Últimamente, recorres los pasillos, charlas con tus compañeros, y se escucha cada vez más fuerte algo que empezó siendo un murmullo: la agraria parece una cárcel. No sé muy bien cual fue el momento en el que cambió la forma de ver a la escuela, pero de a poquito esta nueva mirada parece tener cada vez más adeptos. La escuela, a mi entender, siempre representó otra cosa. La escuela es como nuestro lugar, el lugar que todos consideramos propio, un lugar que elegimos y queremos. En todos los ambientes; docentes, no docentes, alumnos, amigos, egresados, padres, cooperadora. La escuela significa más que un trabajo o una obligación, tenemos otro tipo de compromiso con ella, otro tipo de relación. Sin embargo, asusta saber que voluntariamente abandonaron la escuela “porque no les gusta” 15 chicos. Asusta que en los pasillos se escuche “esta escuela es una mierda” sin saber muy bien a quién le hablan, sin entender por qué de a poco cada persona se va excluyendo de la palabra escuela. ¿Qué es lo que esta pasando? ¿Por qué estamos dejando de ser todos la escuela?
Para ser parte, para considerarnos parte de algo, tenemos que hacer, tenemos que sentir que valemos y que lo que pensamos y deseamos tiene algún fin, que alguien lo va a recibir. Para ser parte, tenemos que construir todos, para que la agraria siga siendo de todos, tenemos que lograr que cada persona de la escuela sienta que lo que haga lo esta haciendo para la escuela, que no es la escuela simplemente un lugar donde hay que estar, sino un lugar donde estamos y donde podemos hacer cosas. Y esas cosas se pueden llamar proyectos como pueden llamarse jugar al fútbol, tomar mate con amigos, compartir momentos. El sentir que lo que hacemos es parte de la escuela, hace que la escuela sea nuestra. Y, por el contrario, querer hacer y no poder, hace que la escuela se transforme en “alguien” que nos prohíbe hacer, en un otro que no nos deja crecer.
La escuela que todos están empezando a ver es una escuela que prohíbe. Una escuela que te dice que sos libre de hacer lo que quieras, solo que dentro de límites a veces absurdos. Límites que parecen estar hechos para que hables lo menos posible, corras lo menos posible, imagines lo menos posible. Límites que parecen intentar crear un prototipo de alumno ideal que sería uno totalmente quieto; sentado estudiando; diciendo si con la cabeza cuando se le ordena algo; que por respeto no hable, no opine, no piense, no contradiga, que total no vale nada lo que sea que diga porque no es parte de la escuela, solo esta de paso; un modelo de alumno que asusta, que definitivamente nada tiene que ver con el de siempre; el despierto, soñador, alegre, trabajador y bien predispuesto a defender a su escuela, porque sí es su escuela, su lugar.
Los climas se hacen de a poco, no se crean de golpe. Quizás, se fue haciendo inconscientemente este ambiente de odio a la escuela, que vaya uno a saber quién es. Que no haya canales de participación directa, que no se puedan decidir cosas, porque no nos supimos organizar o porque nos dejamos desanimar por el no se puede, hace que cada vez uno se sienta más uno y menos parte de la agraria. La culpa es un poco de todos, por no decir basta y empezar a hacer. Pareciera que estamos dedicados a crear una imagen para afuera y estamos olvidando que siempre nos importó ser nosotros, que los de afuera opinen lo que quieran y sean ellos los que se pierden lo que disfrutan los que se animaron a vivir esto que le decimos la agraria.
Es una cuestión de actitud de fondo, de querer la escuela y así querernos nosotros y empezar a ser lo que queremos ser. Sin embargo, destacó algunas reglas superficiales que a uno lo van gastando, lo van haciendo sentirse parte del grupo que no se incluye al hablar de la escuela. Miles de proyectos que quedan en cajón por lo burocrático que resulta atenerse a lo legal, que definitivamente, no parece ser lo que esta bien. Con esto no apelo a la transgresión, pero sí a al menos intentar buscarle formas de solucionar, alternativas válidas para evitar depender de organismos a los que les importamos muy
poco. No quedemos atados al “no se puede, al menos por ahora”, porque estamos hoy y el año que viene tal vez ya no, las cosas tenemos que hacerlas cuando estamos entusiasmados y con ganas, no en un futuro que ni siquiera prevemos. Estar presentable, que se entiende por ejemplo, por afeitarse. Imagino las maestras de Marx, Hertzl, el che, Tolstoi, Einstein, Jesús, explicándoles por qué deben afeitarse, que es la única forma de llegar a ser alguien. La relación directa entre “buena imagen” y capacidad intelectual, relación con los pares. Se puede alegar que queda bien (¿según qué criterio?), que hay lugares donde no se acepta gente sin afeitar, lugares decentes, cuando decente es justamente eso, aparentar, y después ser. No es el mensaje que la agraria debería dar. Otro es ese de no poder ir de ojotas cuando se baja la bandera, ¡una falta de respeto total! Entonces, con esto, logramos que el chico que estaba de ojotas y se cambió exclusivamente para no faltarle el respeto al símbolo patrio, asocie su fastidio con bajar la bandera o en su defecto con la escuela. No es el efecto que se deseaba provocar, pero sin duda es el que se provoca. En lugar de entender respeto como un estado de ánimo, como una actitud, se confunde con la forma de vestir. Pareciera decirse que no es necesario querer a la patria, alcanza con vestirse de manera incómoda, pero convencionalmente aceptada para que la patria nos lo agradezca. No poder tomar mate en las clases de la mañana, porque genera desorden (lo que en realidad es eliminar formalismos y relaciones jerárquicas, hacer más cómodo el ambiente pudiendo llegar más lejos de lo que una planilla que mando el ministerio dice que tenes que saber, creando confianza). Prohibido fumar, como si nadie fumara y la prohibición sea la causa. Prohibido andar por toda la escuela, reduciéndose toda caminata a una vuelta al playón, porque fuera de esos límites los chicos se descontrolan y destrozan la escuela. Son solo ejemplos, debe haber más, algunos no son tan drásticos, algunos son más drásticos, pero de a poco a mi entender van generando un ambiente de encierro, de falta de decisiones propias que influyan en la escuela, de falta de identificación con la agraria, de que se vaya volviendo la agraria un ámbito de trabajo, una obligación a la edad escolar, un lugar al que se va y se tiene que estar, pero del que esperamos escapar todos los viernes.
Estará en nosotros cambiar las cosas, en vez de resignarnos y aceptar que la escuela tal vez no sea cada uno de nosotros. Y no obedecer la orden de solo sonreír cuando es debido.
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