domingo, 30 de septiembre de 2007

Galeano

"Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar."

No es de forro, pero... es que suena tan real!

La creación de la vida: el punto de vista esotérico

Antes de empezar la fascinante historia del origen de la Tierra desde el punto de vista esotérico, es importante presentar a algunos actores desconocidos para ti, pero tan conocidos por los esotéricos, como Madonna y Britney Spears lo son para ti.
Sentadito en la silla, porque está fuerte y espectacular. Y va de menos a más.
Al primero que te voy a presentar es a Drunvalo Melquisedec.
Pertenece a la hermandad blanca. Lo envió el comando intergaláctico en 1972 para ayudarnos en el proceso de ascensión del planeta. Es un ser de otras dimensiones, pero con un cuerpo humano.
Toth, es un personaje que realizó su ascensión hace 52,000 años. Durante 16,000 años fue el rey de la Atlántida, bajo el nombre de Chiquetet Arlich Vomalites.
Asumió la identidad del Dios egipcio Toth. El fue quien introdujo la escritura en Egipto para hacer que la raza humana pasara del primer al segundo nivel de conciencia.
Con la decadencia de Egipto, asumió la identidad del dios griego Hermes.
Uno de los iniciados más importantes de Toth fue Pitágoras. La Geometría Sagrada le fue enseñada a Pitágoras por Toth.
Y la base de la música, las bellas artes y arquitectura occidentales se originan de la escuela de Pitágoras.
Los siguientes actores son los Sirios. Son seres que habitan un sistema de estrellas binario conocido como Sirio A y Sirio B. Al parecer, uno de ellos es un planeta conformado 100% por agua.
Zecharia Sitchin, es un arqueólogo que interpretó unas antiquísimas tablillas sumerias que hablan de la creación del mundo.
Bueno, después de este super-resumido currículum de cada uno de los actores, entramos en materia:
Según Sitchin, existe un planeta llamado Niburu. Sus habitantes, los Nefilim, visitaron la Tierra hace 400,000 años ¿el motivo de la visita?
El deterioro ecológico hizo que la atmósfera de su planeta se dañara a tal grado, que estaba en peligro la vida en su planeta.
Descubrieron que suspendiendo partículas de oro en la atmósfera protegerían a su planeta del efecto que producía el daño en la atmósfera.
Por eso vinieron a la Tierra. Para extraer el oro que necesitaban.
Un breve paréntesis: los arqueólogos han encontrado en las minas de oro de Sudáfrica huesos de homo sapiens y herrmaientas perfeccionadas con antigüedad mínima de 50,000 años.
Sigamos.
Los mineros, después de 200,000 años de trabajar, se hastiaron y decidieron crear una raza que hiciera el trabajo. Nosotros.
Los nefilim hicieron experimentos genéticos ayudados por los sirios para crearnos.
Los sirios estuvieron en la tierra y vivieron en el océano, con figura mitad hombre y mitad pez.
Los sirios, antes de abandonar el planeta Tierra, dejaron a seres con cierto nivel de conciencia.
Siete seres de Sirio abandonaron sus cuerpos y formaron esferas de conciencia. Se fundieron a la semilla vital y crearon un óvulo. Al hacerlo, apareció una llama de más de un metro de altura con una luz blanco-azulada.
Una vez formada, fue depositada en las estancias de Amenti.
¿Qué son las estancias de Amenti? Son un palacio muy antiguo construido hace más de 5 millones y medio de años. Son actualmente una especie de urdidumbre que se halla en un super tono dimensional más alto que el nivel vibracional de la Tierra. Se encuentra a unas mil millas de profundidad en el interior de la Tierra.
A Drunvalo Melquisedec se le permitió entrar en la primera de las estancias, donde vió una gran pirámide dentro de un rectángulo dorado. En el interior de la pirámide se encontraba la llama.
En Sirio se hicieron experimentos genéticos al mismo tiempo que los nefilim lo hacían en la Tierra.
Dieciséis parejas pertenecientes a una familia, viajaron de Sirio a la Tierra y se fundieron con la llama en las estancias de Amenti. Su período de concepción fue de unos dos mil años
Por lo cual creadores de la raza humana son los nefilim y los sirios.
Una vez que los nefilim nos crearon para trabajar en la minas de oro de Africa, algunos de nosotros fuimos llevados a Mesopotamia, para trabajar en los jardines de E.DIN.
Aquí hago un paréntesis. Leí en el libro de Génesis lo siguiente: “Y Dios pasó a decir: “Hagámos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, y tengan ellos en sujeción los peces del mar… Y Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó” (Génesis 1:26-27).
Esta creación se dio en el día sexto, según la Biblia. ¿Pues que crees? Después del día séptimo… Jehová Dios creó a otros hombres. SI, COMO LO OYES.
Génesis menciona que, después del día séptimo (ya pasamos el sexto, en el que Dios había creado a los hombres) Jehová decidió descansar… Y ENTONCES CREO AL HOMBRE. OTRO HOMBRE DIFERENTE AL DEL DIA SEXTO
Esta última creación se dio DESPUES de terminado el día séptimo de la creación: “Y Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente. Además, Jehová Dios plantó un jardín en Edén, hacia el este, y allí puso al hombre que había formado.” (Génesis 2:7-8).
¿Qué significa esto? Demasiado. Como te comenté en mi artículo
¿Evolución o Creación? un día bíblico no significan 24 horas terrestres, pueden significar muchas cosas… millones de años incluso.
El hecho de que los primeros hombres fueran creados en el sexto día, y Adán y Eva hasta después de finalizado el séptimo… significa que hubo cuando menos “un día” de distancia entre ambas creaciones… SIGNIFICA QUE LOS PRIMEROS HOMBRES TUVIERON EL TIEMPO NECESARIO PARA CREAR TODA UNA CIVILIZACION ANTES DE ADAN Y EVA.
Significa que en este intervalo de tiempo… pudieron desarrollarse por completo otras civilizaciones… COMO ATLANTIDA Y LEMURIA.
Bueno, regreso al relato esotérico de la creación.
Me quedé en que los nefilim enviaron a algunos de nuestros antepasados al Jardín del E.DIN. Se nos advirtió que no comieramos del fruto del árbol conocido como el árbol de la ciencia.
Desobedecimos y comimos de él ¿qué consecuencias trajo esto? Comer del árbol nos dio la capacidad de reproducirnos sexualmente.
Te comento que en Génesis se menciona que Adán y Eva se reprodujeron después de haber sido expulsados del Jardín del Edén. No hay asomo en Génesis de que Adán y Eva hubieran tenido relaciones sexuales antes de comer del fruto.
Eramos híbridos que no teníamos capacidad para reproducirnos, eramos un experimento de los nefilim. Y ellos querían controlar su experimento.
En su traducción de las tablas sumerias, Sitchin dice que se habla de que los humanos éramos una mezcla de los nefilim y el homo erectus. Toth corrige esta traducción incorrecta. En vez del homo erectus… son los sirios, como ya viste.
Sigamos. Los nefilim nos expulsaron del Jardín del E.DIN hacia la zona montañosa que se encontraba al este del jardin, en Mesopotamia.
Toth dice que los humanos permanecieron allí por mucho tiempo, pero se produjeron cambios en el planeta y aquel continente se hundió.
Los sobrevivientes más evolucionados marcharon a Lemuria, que fue una masa continental que surgió del agua cuando los demás continentes se hundieron.
Este continente duró entre 60,000 y 70,000 años, llegando a niveles insospechados de sabiduría y conocimento por nuestra civilización.
Nuevamente se hundió Lemuria.
Pero antes del hundimiento, Ay y Tya, una pareja de seres que se habían convertido físicamente en inmortales, crearon la Escuela Naacal de los Misterios, en la que enseñaban a sus discípulos como conseguir la inmortalidad y la ascensión. En la escuela se graduaron unos mil maestros inmortales, antes de que Lemuria empezara a hundirse rápidamente.
Antes de que se hundiera, todos los lemurianos emigraron a una zona situada al sur del lago Titicaca, en Perú, y al monte Shasta, en California.
Cuando se hundió Lemuria, emergió otro continente: la Atlántida.
Los mil maestros inmortales emigraron a la Atlántida a una de sus diez islas: Undal.
Los maestros crearon murallas que dividieran a Undal idéntico a la disposición del cerebro humano, con los cuatro cuadrantes del cerebro humano.
La mitad de los maestros se estableció en una mitad, y los restantes en la otra. Los maestros que se establecieron en la parte izquierda se volvieron pensadores lógicos, y los de la derecha intuitivos.
Entonces, los maestros proyectaron los diez módulos del Árbol de la Vida, para que los vórtices de energía empezaran a girar y atrajeran a los lemurianos a la Atlántida.
Los lemurianos se sintieron impelidos, sin saber por que, a viajar desde el lago Titicaca y el Monte Shasta, donde se habían establecido, hacia la Atlántida.
Un breve paréntesis. La Dra. Gloria Almeida Pratts menciona que la tribu andina de los Pakajes, que hace millones de años hubo una pareja de hombres-dioses, Apo y Cápac, que llegaron en cuatro gigantescos huevos metálicos y aplanados. Según la leyenda, cada huevo contenía el gene de una raza, los cuales formaron las cuatro razas, raíces solares, que mas tarde se conocieron como Egipcia, Druida, Inca y Maya.
En Los Andes, dentro de territorio boliviano, se encontró una piedra de metro y medio de diámetro con la inscripción grabada de una serpiente que tiene en la cabeza el antiguo círculo astral, símbolo de la mitología egipcia.
La Dra. Pratts dice que en la Isla del Sol se contactó con los guardianes del templo solar, los Aimaras. Fue conducida a un templo secreto, que los guardianes consideran la huella de los hombres voladores o mensajeros del Sol.
A la Dra. Pratts le pareció que el templo era un mini-centro espacial, y había rastros de pies calzados con zapatos.
A la fecha, los Aimaras usan ahorcas-sandalias… y los zapatos se conocieron hasta la llegada de los españoles.
Según la Dra., en un jeroglífico que se encuentra cerca de una puerta lunar en las ruinas de Tiahuanaco, dice que seres de notable inteligencia y pies palmeados vinieron de otros planetas y se establecieron en las orillas del lago Titicaca, y después en la tierra andina.
Si a esta historia de la Dra. Pratts le quitaramos que son seres que vienen de otros planetas… SU VERSION Y LA HISTORIA DE LA CREACION RELATADA POR TOTH Y SITCHIN CUADRA PERFECTAMENTE.
Esos seres que repentinamente se instalaron en el lago Titicaca, y que han sido asunto de muchas teorías… ¡son ni mas ni menos que los lemurianos!
También te menciono que el Monte Shasta está reconocido como la tercera zona del planeta en la que se han tenido más avistamientos de OVNIS. ¿Qué tendrá que ver que el Monte Shasta haya sido uno de los puntos en que vivieron los lemurianos con este hecho de OVNIS?
Bueno, regresemos a la historia esotérica de la vida.
El modelo que crearon los lemurianos solo permitió el desarrollo de ocho de los diez vórtices de energía del Árbol de la Vida.
Los otros dos vórtices quedaron vacíos. Estos vórtices vacíos atrajeron a dos razas de extraterrestres.
Es importante comprender que las ondas de energía que se emitían del Árbol de la Vida fluían hacia atrás y hacia adelante en el tiempo.
Una de las razas que se unió al vórtice, fueron los marcianos.
Antes de seguir con los marcianos, haré un paréntesis importantísimo: la guerra entre Lucifer y Jehová.
Lucifer es descrito en la Biblia y por los esotéricos como el ángel más hermoso y poderoso de Jehová. A mi no me queda claro aún, si Lucifer era aún mas poderoso incluso que Jesucristo.
Porque has de saber que Jesucristo existió junto a su padre, Jehová, millones de años antes de que viniera a la tierra como ser humano.
Sigamos con Lucifer. Aparentemente la única criatura espiritual encima de Lucifer… era Jehová.
Jehová había creado al hombre, y de hecho a todo el universo, con un vínculo energético de amor hacia EL. Todo ocurría armoniosamente en unión con el Creador.
Pero Lucifer sintió celos del poder de Jehová… y deseo ser tan poderoso como él ¿Qué hizo Lucifer? Lucifer razonó que podía crear seres que no estuvieran vinculados a Jehová mediante la fuerza del amor… sino que el uso de la razón y la ausencia del vínculo del amor, serían mejores para todo el Universo.
El universo estaría libre de la tutela de Jehová, y con la carencia total de la fuerza del amor, y el uso 100% de la mente y el raciocinio, se crearía una mayor eficiencia.
Si Lucifer tenía éxito… significaba que el tenía razón, superaría al Todopoderoso, y dejaría a Jehová en ridículo delante de todo el universo.
¿Hizo su experimento Lucifer? Seguro.
¿Con qué resultados Edgar?
Desastrosos.
Los ataques de este campo merkaba creado por Lucifer, hizo que los marcianos resultaran afectados. Estos se convirtieron en seres que únicamente pensaban fríamente con el lado izquierdo del cerebro, y separados totalmente del vínculo con Jehová y la fuerza del amor.
Como consecuencia de la ausencia del amor, los marcianos se convirtieron en peleoneros y guerreros todo el tiempo, destruyendo su atmósfera… de la misma forma en que lo estamos haciendo nosotros.
Antes del cataclismo de Marte, los marcianos crearon un campo merkaba para tratar de salir de su planeta. Las ruinas fotografiadas por el “Viking” en 1976 muestran una zona conocida como Cydonia, en la cual aparecen monumentos y la cara de una esfinge semejante a la de Egipto, que describen matemáticamente la forma de la estrella tetraédrica, que los esotéricos saben, es la forma matemática del campo merkaba.
Una vez que los marcianos crearon el campo merkaba, podían viajar en el tiempo y decidir en que planeta quedarse.
¿Qué crees? Los marcianos se proyectaron en su futuro, y vieron la Atlántida –hace unos 65,000 años desde nuestra cronología terrestre-.
Entonces, unos mil marcianos utilizaron el campo merkaba que crearon en Marte para viajar en el tiempo y ocuparon el segundo vórtice que quedaba vacío en el Árbol de la Vida en la Atlántida.
Hubo muchos problemas con ellos. Los atlantes, eran como el equivalente a la frescura y espontaneidad de una adolescente de trece o catorce años, por el elevado desarrollo de la intuición.
Los marcianos, debido a su carencia total del amor, equivalían a unos hombres mayores de sesenta y cinco años.
Los marcianos gradualmente afectaron la evolución de los atlantes, haciéndolos algo egoístas.
Con problemas, la relación entre los marcianos y los atlantes se fue sobrellevando… hasta que hace unos 16,000 años, se dirigió un meteorito a la Tierra.
Los marcianos decían que se destruyera antes de que impactara a la Tierra. Los atlantes, que debía dejarse, porque era un cuerpo celeste que venía de Dios, y había que respetar la voluntad del Todopoderoso.
Finalmente los atlantes vencieron en la discusión.
El meteorito cayó en la zona que hoy ocupa Charlestown, en Carolina del Sur.
En esa zona vivían los marcianos.
Esto colmó la paciencia de los marcianos, que decidieron someter a los atlantes. Decidieron crear un campo merkaba como el que crearon en Marte, para traer a más marcianos y conquistar a la Tierra.
Crearon el campo merkaba en la Tierra, con resultados espeluznantes.
Falló el experimento marciano, y se abrieron grietas dimensionales que trajeron a espíritus malignos que no debieron ser liberados.
Esto es la mítica leyenda de la caja de Pandora cuando se abrió.
Los maestros evolucionados de la Atlántida prestaron ayuda rápida y cerraron las grietas dimensionales.
Pero por 4,000 años la situación fue insoportable. Los maestros evolucionados rezaron por ayuda y guía para resolver el problema.
No podían exterminar a los marcianos y a los espíritus malignos, porque no es el proceso natural de la vida.
La solución que le dieron a los maestros evolucionados la Jerarquía Intergaláctica, es que había que crear de forma sintética una conciencia crística planetaria, y que, cuando nuestra conciencia alcanzara un determinado nivel, todos los problemas se resolverían por sí mismos… incluyendo el de los marcianos.
Existen cinco niveles de conciencia asociados con nuestro planeta. Actualmente nos encontramos en el segundo nivel. Y la meta es pasar al tercer nivel. En este, los pensamientos se vuelven realidad al instante. Es conocida como la inmortalidad.
La meta de los maestros ascendidos, los Sirios, las Pléyades, los Arturianos, es ayudarnos en este proceso de pasar del segundo al tercer nivel de conciencia.
En el primer nivel, se tiene conciencia de la Unidad de conciencia. O sea, que la conciencia colectiva opera de tal forma que, si una persona experimenta algo algo, los demás seres pueden acceder a esa memoria y revivirla.
Esta explicación coincide admirablemente con la teoría del órden implicado del físico David Bohm, amigo y compañero de Einstein en la Universidad de Princeton, en la cual dice que todo el conocimiento del pasado está impregnado en cada uno de nosotros, y que cuando dialogamos, es como si todos los presentes estuvieramos formando una única mente..
Actualmente nos encontramos en el segundo nivel de conciencia, en la que ese sentido de unidad se ha olvidado.
Ahora retrocedemos nuevamente al Árbol de la Vida en los dos vórtices que habían quedado vacíos. Como ya vimos, uno de los vórtices fue ocupado por los marcianos.
El otro… fue ocupado por los hebreos.
Los hebreos son una raza de extraterrestres que ya existía en el futuro.
Unos masones me comentaron que los hebreos provienen de un planeta que fue destruido y actualmente es el cinturón de asteroides de nuestro Sistema Solar.
Los ángeles le revelaron a Drunvalo Melquisedec, que los hebreos debían repetir su proceso evolutivo para corregir los errores espirituales que habían cometido y que desembocaron en terribles condiciones para ellos.
Significaba retroceder en el tiempo 65,800 años a la Atlántida, al segundo de los vórtices vacíos, con la intención de reprogramar su ser y reparar el error que había causado sus problemas del futuro.
Según los ángeles dijeron a Drunvalo, los hebreos serían capaces de pasar su “prueba” y se les permitiría provocar cambios importantes en puntos específicos de la historia, y solo en esos.
Los hebreos necesitaban un mapa de la historia, para saber en que puntos debían modificarla.
En la época de la Atlántida no existía la escritura. Los atlantes no la necesitaban debido a sus poderes, ya que podían registrarlo todo en su memoria.
Es por eso que no existen registros escritos de lemurianos y atlantes acerca de si mismos y de su cultura.
Simplemente no la necesitaban en su época, por sus poderes de memoria.
Pero los hebreos sabían que existiría un época en la que esos poderes desaparecerían y ellos necesitaban escribirlo todo, para recordar en que puntos debían actuar en la historia, para modificarla y enmendar su error.
Los hebreos emplearon un sistema de escritura para grabarlo todo, desde su estancia en la Atlántida hasta el siglo XXVIII.
A estos archivos se les conoce como los archivos Akáshicos.
Los archivos Akáshicos son la constancia de todo lo que ha ocurrido, todo lo que se ha pensado, sentido o imaginado en cualquier parte.
Y el Torah… cuando se escribió alrededor del siglo X a.c. contenía codificado todo el conocimiento de los hebreos procedente de los archivos Akáshicos
Los rabinos de todos los tiempos consideran al Torah como un libro creado por Jehová y dado a Moisés en el Monte Sinaí.
Cuando se hundió la Atlántida, los hebreos dejaron de existir en la cuarta dimensión, que es en la que los poderes de memoria se tienen, y olvidaron por completo.
Los hebreos no recordarían nada en absolutode su vida anterior con los atlantes, por perder la memoria, debido a que estaban en la cuarta dimensión, y al hundirse la Atlántida, se retrocedió a la segunda dimensión y se les borró la memoria. En la que nos encontramos ahora.
Podría ser que todo este relajo de los atlantes, lemurianos y hebreos se dio en el intervalo de tiempo, entre el día sexto y séptimo de la creación.
Y es aquí donde entra lo que te conté al inicio del artículo. Hay un espacio enorme de tiempo entre la creación de los primeros hombres en el día sexto… y Adán y Eva, al finalizar el día séptimo de la creación de Génesis.
Cabe la posibilidad que el relato de las tablillas sumerias descifradas por Sichin no se refiera al Adán y Eva de finales del séptimo día de la creación… sino al “macho y hembra” humanos creados por Dios un día antes, en el sexto día.
Uuuffff!!! Te voy a confesar la loca idea de mi mente que acaba de surgir…
Tal parece que la historia se estaría duplicando y repitiendo otra vez. Las tablillas descubiertas por Sitchin podrían corresponder a lo que pasó en la historia del día sexto hasta el séptimo de la creación… y la de Adán y Eva, corresponde del séptimo día en adelante.
Y coinciden, porque los hebreos tienen que repetir la historia para enmendar su error. La Biblia no dice nada de lo que pasó e hicieron los humanos entre el día sexto y séptimo de la creación.
Y la revelación de lo que pasó en ese intervalo de tiempo, ahora en nuestros tiempos … sería algo de lo que Jesucristo menciona en sus profecías, cuando dice que en los últimos días el conocimiento se haría abundante.
Toma mi teoría con las reservas del caso, por favor.
Espero no estar diciendo idioteces, pero la idea surgió como un relámpago en mi cabeza, y me sentí impelido a escribirla.
Sigamos.
Aunque los hebreos conservaron el Torah, no tenían ni idea de que se trataba, por haber perdido la memoria.
Después, los rabinos mediante el estudió del Torah, comenzaron a descubrir sus códigos ocultos.
No es el propósito de este artículo explicar a detalle el código del Torah. Baste saber que se encontraron codificados, los nombres de Adolf Eichmann, decía: él consumió a mucha gente en Auschwitz.
El nombre de Anwar Sadat, el líder egipcio que firmó un acuerdo con Israel y fue asesinado el 6 de octubre de 1981 por ese motivo.
El Torah daba la fecha, el lugar y el nombre del asesino.
Se hicieron estudios del Torah por parte de la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Universidad de Harvard, el gobierno de Estados Unidos y el Pentágono para estudiar la autenticidad del Torah y sus códigos.
Resultaron ciertos, por lo que la autoría divina del Torah, profetizando sucesos del futuro antes de que pasen es indiscutible.
Hay sucesos que aparecen en el Torah y no se cumplieron. Estos son los sucesos en que se indica a los hebreos que deben cambiar la historia.
Drunvalo Melquisedec comenta que una predicción del Torah resultó incorrecta. La predicción anunciaba que el 8 de abril de 1999, los sucesos en Kosovo desencadenarían la Tercera Guerra Mundial.
Según le comentaron los ángeles a Drunvalo, existían facciones en Yugoslavia que estaban relacionadas con Saddam Hussein. Las facciones yugoslavas querían que los sucesos de Kosovo implicaran a todo el mundo musulmán para declarar una Jihad.
La Jihad es la Guerra Santa, y que los seguidores de Mahoma pueden declarar contra el resto de los pueblos, solo si están de acuerdo el 100% de los países musulmanes.
El objetivo de Saddam Hussein en la Guerra del Golfo era provocar la Jihad.
Cuando las fuerzas aliadas expulsaron a los iraquíes de Kuwait y empezaron la invasión a Irak, inexplicablemente se detuvieron ¿Por qué?
Los servicios secretos de las fuerzas aliadas descubrieron que Saddam Hussein depositó grandes cantidades de ántrax en Jerusalén, y si se hubiera continuado la invasión, se habría activado el veneno.
Esta fue la segunda predicción del Torah: que se rociaría Jerusalén con ántrax.
Los eruditos de Israel descubriron en el Torah, que junto a la predicción del bombardeo a Jerusalén, aparecían las siguientes palabras: "retraso" , y después: "¿cambiaréis esto?".
De esta forma, el Torah le indica a los hebreos los puntos de la historia que deben cambiarse. Que necesitan cambiarse para corregir su futuro y que fue la razón por la que llegaron a la Atlántida.
La tercera predicción no cumplida del Torah, fue que los sucesos de Kosovo desencadenarían el Jihad y la Tercera Guerra Mundial.
Drunvalo Melquisedec se encontraba en Alemania antes del 8 de abril, realizando un taller.
Los ángeles le informaron que el taller determinaría si los sucesos de Kosovo desencadenarían el Jihad o no.
Drunvalo les informó de la importancia del taller a los participantes. Eran alrededor de 100 personas. Durante dos horas, estas personas se unieron en meditación, con una sola intención.
Fue como si hubieran atravesado el centro de la Tierra como una únicamente. Luego despertaron.
No hubo Jihad.
Los alemanes dicen que han pagado la deuda histórica de haber provocado la Segunda Guerra Mundial, evitando la Tercera.
Mucho ojo, porque Osama Bin Laden ha llamado en recientes días a un nuevo Jihad.
Que quiero dar a entender con este artículo?
Atlántida, Lemuria, los extaterrestres, Jehová, Lucifer, la Biblia… hasta Estados Unidos, se unen en la historia, para ser partes de un gran rompecabezas que implica al universo mismo.
Recuerdo hace diez años los comentarios de un profesor mío de redacción, al revisar un trabajo que elaboré acerca de la teoría de la evolución: “Edgar, la religión y el agua son como el aceite, se mezclan… pero no se juntan”.
Lamento decirle a mi profesor, que la religión, la historia y la ciencia, se han unido en nuestros días. Como diría David Bohm, todo está relacionado.
Todo forma parte de un impresionante proyecto universal. Y aún me faltan muchas cosas de que hablar, pero será para la próxima edición de Tu Breve Espacio.
He procurado ser lo más objetivo y selectivo posible en las fuentes y mis reflexiones, para explicarte el origen de la vida desde el punto de vista esotérico.
Y no he podido evitar la sensación de sentirme emocionado y tentado a dar opiniones subjetivas. El descubrimiento de que Génesis habla de dos creaciones separadas de los humanos, con un día de diferencia, no lo saqué de nadie… yo lo descubrí leyendo Génesis la semana pasada.
No digo que yo sea el único que lo haya notado. Pero no se de nadie que hablara de esto antes de que yo lo observara.
Tienes que estar concentrado, en que hay una guerra entre Jehová y Lucifer, y parece que Lucifer “misteriosamente” a desaparecido de la escena de la Tierra, es así?
Yo no estoy muy convencido de ello.
En la próxima edición de Tu Breve Espacio te expondré mi teoría.
No se si van a ser idioteces, pero después de haber leído tantos libros y ver la increíble grado de subjetividad sin fundamentos de muchos investigadores… ¡tengo derecho a expresar mi punto de vista y equivocarme!
Y lo voy a argumentar con versículos bíblicos, y en la historia.
Bueno, me despido… ¡y no te pierdas la siguiente edición!
Suerte.
Colaboración de Edgar MartínezMéxico


Si lo leyeron todo, ahora estarán pensando en muchas cosas, apostaría a ¿quién es este loco?, pero bueno, cada uno piensa lo que quiere. Ahora, que imaginación, parece tan increible, que debería ser real, porque ¿a quién se le puede ocurrir? Jaja, tal vez lo sea... igual, me quedo con el misterio...

Carta de un niño a papa noel

Querido Santa Claus, te extrañará que te escriba hoy 26 de diciembre, pero quiero aclarar ciertas cosas que me han ocurrido desde que te mandé mi carta, lleno de ilusiones, en las que te pedía que me trajeras una bicicleta, un tren eléctrico, una nintendo 64 y un par de patines.
Quiero comentarte Santa Claus que me maté estudiando todo el año, tanto que no sólo fui de los primeros de la clase, sino que saqué puros dices en el cole; no te voy a engañar. No hubo nadie que se portara mejor que yo ni con sus papás, ni con sus hermanitos, ni con sus amiguitos y ni con sus vecinos.
Hacía recados SIN COBRAR, ayudaba a los viejecitos a cruzar la calle y no había nunca algo que no hiciera por mis semejantes, y sin embargo ¡¡¡QUÉ HUEVOS LOS TUYOS SANTA CLAUS!!! Es que... dejar debajo del arbolito una puta peonza, una mierda de trompeta y un maldito par de calcetines, ¡QUÉ CAGADA!.
¿Qué coño te has creído barrigudo? o sea que me porto como un imbécil todo este año para vengas con una mierda de este calibre; y no conforme con eso, el maricón del hijo de la vecina que es idiota y sin educación, malcriado, desobediente que le grita a su mamá, a ese tonto de las pelotas le trajiste de todo lo que te pidió. Por eso ahora quiero que venga un terremoto o algo así, para que nos lleve a la mierda a todos, ya que con un Santa Claus como tú, tan incompetente y falso, mejor que nos trague la tierra.
Pero eso sí, no dejes de venir el año que viene porque voy a reventar a pedradas a tus putos y sarnosos venados: Empezando por esa mierda de Rudolph que tiene nombre de homosexual. Te los voy a espantar para que tengas que joderte, caminando a pie como yo ¡cabrón!, ya que la bicicleta que te pedí era para ir al colegio, que queda a tomar por culo de casa.
¡¡¡Aaah!!! y no quisiera despedirme sin antes mentarte a la madre que te parió ¡ojalá que cuando hayas subido muy alto se te de la vuelta el puto trineo y te pegues una buena hostia por ser tan hijo puta!. Pero eso sí, te advierto que el año que viene vas a saber lo que es un niño maldito, y un poquito cabrón.
Atentamente, NanoP.D.: La peonza, la trompeta y el par de calcetines, puedes recogerlos cuando quieras y metértelos por el culo.

(Esta bien, esta re quemado, pero a mi me gusta igual, y que!?

Para los de más de cuarenta (y para que los de menos nos entiendan) (que quede claro que soy de los que tenemos que entender, eh?)

DESECHANDO LO DESECHABLE

Seguro que el destino se ha confabulado para complicarme la vida.

No consigo acomodar el cuerpo a los nuevos tiempos.

O por decirlo mejor: no consigo acomodar el cuerpo al “use y tire” ni al “compre y compre” ni al “desechable”.

Ya sé, tendría que ir a terapia o pedirle a algún siquiatra que me medicara.

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los gurises.

Los colgábamos en la cuerda junto a los chiripás; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos… nuestros nenes… apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales).

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!

Sí, ya sé… a nuestra generación siempre le costó tirar.

¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables!

Y así anduvimos por las calles uruguayas guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor.

Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.

Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.

Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plast de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de alpaca en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida.

¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡Nos están jodiendo!

¡¡Yo los descubrí… lo hacen adrede!!

Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo.

Nada se repara.

¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommier casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se deshecha y mientras tanto producimos más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de 50 años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon.

La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.

De por ahí vengo yo.

Y no es que haya sido mejor.

Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el “guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo” pasarse al “compre y tire que ya se viene el modelo nuevo”.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya sí era un nombre como para cambiarlo)

Me educaron para guardar todo.

¡Toooodo!

Lo que servía y lo que no.

Porque algún día las cosas podían volver a servir.

Le dábamos crédito a todo.

Sí… ya sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no.

Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas de jardinera… y no sé cómo no guardamos la primera caquita.

¡¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?!

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones.

El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.

Y guardábamos.

¡¡Cómo guardábamos!!

¡¡Tooooodo lo guardábamos!!

¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!

¡¿Cómo para qué?!

Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares.

Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela.

¡Tooodo guardábamos!

Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus.

Y las cosas que nunca usaríamos.

Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.

Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar.

Cañitos de plástico sin la tinta, cañitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.

Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraran al terminar su ciclo, los uruguayos inventábamos la recarga de los encendedores descartables.

Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de paté o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.

¡Y las pilas!

Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa.

Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más.

No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables… eran guardables.

¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al cuadril!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque del Banco de Seguros para hacer cuadros, y los cuentagotas de los remedios por si algún remedio no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos.

Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posamates, y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de cartas se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía “éste es un 4 de bastos”.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal.

Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos.

Así como hoy las nuevas generaciones deciden “matarlos” apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada… ni a Walt Disney.

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron “Tómese el helado y después tire la copita”, nosotros dijimos que sí, pero… ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.

Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos.

Las primeras botellas de plástico -las de suero y las de Agua Jane- se transformaron en adornos de dudosa belleza.

Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.

No lo voy a hacer.

Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.

Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero.

No lo voy a hacer.

No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.

No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.

De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.

Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo que la bruja me gane de mano … y sea yo el entregado.

Y yo…no me entrego.

Marciano Durán






Gracias a anónimo, que debe ser alguien muy simpático, descubrí el texto original que parece ser no pertenece a Eduardo Galeano, sino a este humorista uruguayo llamado Marciano Durán. Sigo pensando que el texto esta genial, felicito a su autor... y ya que estamos, se me ocurre plantear algo que ya me había planteado hace tiempo...
Si el mundo conoce nuestras ideas, sin saber que son nuestras... ¿eso esta mal? Supongo que es lindo que te reconozcan lo que haces, y eso está perfecto. Pero en caso de que no... ¿no es también gratificante que sin que el resto sepa quien sos lean tus cuentos y les guste? Tal vez nadie venga y te felicite, tal vez nunca te premien... pero solo creo que vale más el que a todos les guste lo que haces a que te recnozcan eso. No se si estarán de acuerdo, de todas formas creo que no esta mal reconocer al autor de un texto, al contrario, es una forma de agradecerle; pero si no sucediera, creo que el autor no se debe sentir triste por eso. Él sabe la verdad. Y al fin y al cabo... los mejores dichos los hizo anónimo (será pariente del que escribió el mensaje?)

viernes, 28 de septiembre de 2007

Los pocillos - Benedetti

Los pocillos eran seis: dos rojos, dos negros, dos verdes, y además importados, irrompibles, modernos. Habían llegado como regalo de Enriqueta, en el último cumpleaños de Mariana, y desde ese día el comentario de cajón había sido que podía combinarse la taza de un color con el platillo de otro. "Negro con rojo queda fenomenal", había sido el consejo estético de Enriqueta. Pero Mariana, en un discreto rasgo de independencia, había decidido que cada pocillo sería usado con su plato del mismo color.
"El café ya está pronto. ¿Lo sirvo?", preguntó Mariana. La voz se dirigía al marido, pero los ojos estaban fijos en el cuñado. Este parpadeó y no dijo nada, pero José Claudio contestó: "Todavía no. Esperá un ratito. Antes quiero fumar un cigarrillo." Ahora sí ella miró a José Claudio y pensó, por milésima vez, que aquellos ojos no parecían de ciego.
La mano de José Claudio empezó a moverse, tanteando el sofá. "¿Qué buscás?", preguntó ella. "El encendedor." "A tu derecha." La mano corrigió el rumbo y halló el encendedor. Con ese temblor que da el continuado afán de búsqueda, el pulgar hizo girar varias veces la ruedita, pero la llama no apareció. A una distancia ya calculada, la mano izquierda trataba infructuosamente de registrar la aparición del calor. Entonces Alberto encendió un fósforo y vino en su ayuda. "¿Por qué no lo tirás?" dijo, con una sonrisa que, como toda sonrisa para ciegos, impregnaba también las modulaciones de la voz. "No lo tiro porque le tengo cariño. Es un regalo de Mariana."
Ella abrió apenas la boca y recorrió el labio inferior con la punta de la lengua. Un modo como cualquier otro de empezar a recordar. Fue en marzo de 1953, cuando él cumplió 35 años y todavía veía. Habían almorzado en casa de los padres de José Claudio, en Punta Gorda, habían comido arroz con mejillones, y después se habían ido a caminar por la playa. El le había pasado un brazo por los hombros y ella se había sentido protegida, probablemente feliz o algo semejante. Habían regresado al apartamento y él la había besado lentamente, morosamente, como besaba antes. Habían inaugurado el encendedor con un cigarrillo que fumaron a medias. Ahora el encendedor ya no servía. Ella tenía poca confianza en los conglomerados simbólicos, pero, después de todo, ¿qué servía aún de aquella época?
"Este mes tampoco fuiste al médico", dijo Alberto. "No." "¿Querés que te sea sincero?" "Claro." "Me parece una idiotez de tu parte."
"¿Y para qué voy a ir? ¿Para oirle decir que tengo una salud de roble, que mi hígado funciona admirablemente, que mi corazón golpea con el ritmo debido, que mis intestinos son una maravilla? ¿Para eso querés que vaya? Estoy podrido de mi notable salud sin ojos."
La época anterior a la ceguera, José Claudio nunca había sido especialista en la exteriorización de sus emociones, pero Mariana no se ha olvidado de cómo era ese rostro antes de adquirir esta tensión, este resentimiento. Su matrimonio había tenido buenos momentos, eso no podía ni quería ocultarlo. Pero cuando estalló el infortunio, él se había negado a valorar su amparo, a refugiarse en ella. Todo su orgullo se concentró en un silencio terrible, testarudo, un silencio que seguía siendo tal, aún cuando se rodeara de palabras. José Claudio había dejado de hablar de sí.
"De todos modos debería ir", apoyó Mariana. "Acordate de lo que siempre te decía Menéndez."
"Cómo no, que me acuerdo: Para Usted No Está Todo Perdido. Ah, y otra frase famosa: La Ciencia No Cree en Milagros.
Yo tampoco creo en milagros." "¿Y por qué no aferrarte a una esperanza? Es humano."
"¿De veras?" Habló por el costado del cigarrillo.
Se había escondido en sí mismo. Pero Mariana no estaba hecha para asistir, simplemente para asistir, a un reconcentrado. Mariana reclamaba otra cosa. Una mujercita para ser exigida con mucho tacto, eso era. Con todo, había bastante margen para esa exigencia; ella era dúctil. Toda una calamidad que él no pudiese ver; pero esa no era la peor desgracia. La peor desgracia era que estuviese dispuesto a evitar, por todos los medios a su alcance, la ayuda de Mariana. El menospreciaba su protección. Y Mariana hubiera querido -sinceramente, cariñosamente, piadosamente- protegerlo.
Bueno, eso era antes; ahora no. El cambio se había operado con lentitud. Primero fue un decaimiento de la ternura. El cuidado, la atención, el apoyo, que desde el comienzo estuvieron rodeados de un halo constante de cariño, ahora se habían vuelto mecánicos. Ella seguía siendo eficiente, de eso no cabía duda, pero no disfrutaba manteniéndose solícita. Después fue un temor horrible frente a la posibilidad de una discusión cualquiera. El estaba agresivo, dispuesto siempre a herir, a decir lo más duro, a establecer su crueldad sin posible retroceso. Era increíble cómo hallaba a menudo, aún en las ocasiones menos propicias, la injuria refinadamente certera, la palabra que llegaba hasta el fondo, el comentario que marcaba a fuego. Y siempre desde lejos, desde muy atrás de su ceguera, como si ésta oficiara de muro de contención para el incómodo estupor de los otros.
Alberto se levantó del sofá y se acercó al ventanal. "Que otoño desgraciado", dijo, "¿Te fijaste?" La pregunta era para ella. "No", respondió José Claudio. "Fijate vos por mí."
Alberto la miró. Durante el silencio, se sonrieron. Al margen de José Claudio, y sin embargo, a propósito de él. De pronto Mariana supo que se había puesto linda. Siempre que miraba a Alberto se ponía linda. El se lo había dicho por primera vez la noche del 23 de abril del año pasado, hacía exactamente un año y ocho días: una noche en que José Claudio le había gritado cosas muy feas, y ella había llorado, desalentada, torpemente triste, durante horas y horas, es decir, hasta que había encontrado el hombro de Alberto y se había sentido comprendida y segura. ¿De dónde extraería Alberto esa capacidad para entender a la gente? Ella estaba con él, o simplemente lo miraba, y sabía de inmediato que él la estaba sacando del apuro. "Gracias", había dicho entonces. Y todavía ahora la palabra llegaba a sus labios directamente desde su corazón, sin razonamientos intermediarios, sin usura. Su amor hacia Alberto había sido en sus comienzos gratitud, pero eso (que ella veía con toda nitidez) no alcanzaba a depreciarlo. Para ella, querer había sido siempre un poco agradecer y otro poco provocar la gratitud. A José Claudio, en los buenos tiempos, le había agradecido que él, tan brillante, tan lúcido, tan sagaz, se hubiera fijado en ella, tan insignificante. Había fallado en lo otro, en eso de provocar la gratitud, y había fallado tan luego en la ocasión más absurdamente favorable, es decir, cuando él parecía necesitarla más.
A Alberto, en cambio, le agradecía el impulso inicial, la generosidad de ese primer socorro que la había salvado de su propio caos, y, sobre todo, ayudado a ser fuerte. Por su parte, ella había provocado su gratitud, claro que sí. Porque Alberto era un alma tranquila, un respetuoso de su hermano, un fanático del equilibrio, pero también, y en definitiva, un solitario. Durante años y años, Alberto y ella habían mantenido una relación superficialmente cariñosa, que se detenía con espontánea discreción en los umbrales del tuteo y sólo en contadas ocasiones dejaba entrever una solidaridad algo más profunda. Acaso Alberto envidiara un poco la aparente felicidad de su hermano, la buena suerte de haber dado con una mujer que él consideraba encantadora. En realidad, no hacía mucho que Mariana había obtenido a confesión de que la imperturbable soltería de Alberto se debía a que toda posible candidata era sometida a una imaginaria y desventajosa comparación.
"Y ayer estuvo Trelles", estaba diciendo José Claudio, "a hacerme la clásica visita adulona que el personal de la fábrica me consagra una vez por trimestre. Me imagino que lo echarán a la suerte y el que pierde se embroma y viene a verme."
"También puede ser que te aprecien", dijo Alberto, "que conserven un buen recuerdo del tiempo en que los dirigías, que realmente estén preocupados por tu salud. No siempre la gente es tan miserable como te parece de un tiempo a esta parte."
"Qué bien. Todos los días se aprende algo nuevo." La sonrisa fue acompañada de un breve resoplido, destinado a inscribirse en otro nivel de ironía.
Cuando Mariana había recurrido a Alberto en busca de protección, de consejo, de cariño, había tenido de inmediato la certidumbre de que a su vez estaba protegiendo a su protector, de que él se hallaba tan necesitado de amparo como ella misma, de que allí, todavía tensa de escrúpulos y quizás de pudor, había una razonable desesperación de la que ella comenzó a sentirse responsable. Por eso, justamente, había provocado su gratitud, por no decírselo con todas las letras, por simplemente dejar que él la envolviera en su ternura acumulada de tanto tiempo atrás, por sólo permitir que él ajustara a la imprevista realidad aquellas imágenes de ella misma que había hecho transcurrir, sin hacerse ilusiones, por el desfiladero de sus melancólicos insomnios. Pero la gratitud pronto fue desbordada. Como si todo hubiera estado dispuesto para la mutua revelación, como si sólo hubiera faltado que se miraran a los ojos para confrontar y compensar sus afanes, a los pocos días lo más importante estuvo dicho y los encuentros furtivos menudearon. Mariana sintió de pronto que su corazón se había ensanchado y que el mundo era nada más que eso: Alberto y ella.
"Ahora sí podés calentar el café", dijo José Claudio, y Mariana se inclinó sobre la mesita ratona para encender el mecherito. Por un momento se distrajo contemplando los pocillos. Sólo había traído tres, uno de cada color. Le gustaba verlos así, formando un triángulo.
Después se echó hacia atrás en el sofá y su nuca encontró lo que esperaba: la mano cálida de Alberto, ya ahuecada para recibirla. Qué delicia, Dios mío. La mano empezó a moverse suavemente y los dedos largos, afilados, se introdujeron por entre el pelo. La primera vez que Alberto se había animado a hacerlo, Mariana se había sentido terriblemente inquieta, con los músculos anudados en una dolorosa contracción que le había impedido disfrutar de la caricia. Ahora no. Ahora estaba tranquila y podía disfrutar. Le parecía que la ceguera de José Claudio era una especie de protección divina.
Sentado frente a ellos, José Claudio respiraba normalmente, casi con beatitud. Con el tiempo, la caricia de Alberto se había convertido en una especie de rito y, ahora mismo, Mariana estaba en condiciones de aguardar el movimiento próximo y previsto. Como todas las tardes, la mano acarició el pescuezo, rozó apenas la oreja derecha, recorrió lentamente la mejilla y el mentón. Finalmente se detuvo sobre los labios entreabiertos. Entonces ella, como todas las tardes, besó silenciosamente aquella palma y cerró por un instante los ojos. Cuando los abrió, el rostro de José Claudio era el mismo. Ajeno, reservado, distante. Para ella, sin embargo, ese momento incluía siempre un poco de temor. Un temor que no tenía razón de ser, ya que en el ejercicio de esa caricia púdica, riesgosa, insolente, ambos habían llegado a una técnica tan perfecta como silenciosa.
"No lo dejes hervir", dijo José Claudio.
La mano de Alberto se retiró y Mariana volvió a inclinarse sobre la mesita. Retiró el mechero, apagó la llamita con la tapa de vidrio, llenó los pocillos directamente desde la cafetera.
Todos los días cambiaba la distribución de los colores. Hoy sería el verde para José Claudio, el negro para Alberto, el rojo para ella. Tomó el pocillo verde para alcanzárselo a su marido, pero antes de dejarlo en sus manos, se encontró con la extraña, apretada sonrisa. Se encontró además, con unas palabras que sonaban más o menos así: "No, querida. Hoy quiero tomar en el pocillo rojo."
Montevideanos 1959

Pero que lindo es ser argentino!

Una vez alguien le pidió a un filósofo español, muy conocedor del pueblo argentino y de sus costumbres y, con un gran cariño por nosotros, que hablara de los argentinos, pero con visión desde fuera del bosque y de toda pasión... ....Esto fue lo que dijo: "Los argentinos están entre vosotros, pero no son como vosotros. No intentéis conocerlos, porque su alma vive en el mundo impenetrable de la dualidad. Los argentinos beben en una misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto -el tango- y se ríen de la música de otro; toman en serio los chistes y de todo lo serio hacen bromas. Ellos mismos no se conocen. Creen en la interpretación de los sueños, en Freud y el horóscopo chino, visitan al médico y también al curandero todo al mismo tiempo. Tratan a Dios como "El Barba" y se mofan de los ritos religiosos, aunque los presidentes no se pierden un Tedeum en la Catedral. No renuncian a sus ilusiones ni aprenden de sus desilusiones. No discutáis con ellos jamás!!! Los argentinos nacen con sabiduría inmanente!!! Saben y opinan de todo!!! En una mesa de café y en programas de periodistas/políticos arreglan todo. Cuando los argentinos viajan, todo lo comparan con Buenos Aires. Hermanos, ellos son "El Pueblo Elegido" ....por ellos mismos. Individualmente, se caracterizan por su simpatía y su inteligencia. En grupo son insoportables por su griterío y apasionamiento. Cada uno es un genio y los genios no se llevan bien entre ellos; por eso es fácil reunirlos, pero unirlos... imposible. Un argentino es capaz de lograr todo en el mundo, menos el aplauso de otros argentinos. No le habléis de lógica. La lógica implica razonamiento y mesura. Los argentinos son hiperbólicos y desmesurados, van de un extremo a otro con sus opiniones y sus acciones. Cuando discuten no dicen: no estoy de acuerdo, sino: Usted esta absolutamente equivocado. Aman tanto la contradicción que llaman "Bárbara" a una mujer linda; a un erudito lo bautizan "Bestia", a un mero futbolista "Genio" y cuando manifiestan extrema amistad te califican de "Boludo". Y si el afecto y confianza es mucho más grande, "Eres un Hijo de Puta". Cuando alguien les pide un favor no dicen simplemente "Si", sino "Como No". Son el único pueblo del mundo que comienza sus frases con la palabra NO. Cuando alguien les agradece, dicen: "NO, de nada" o "NO"... con una sonrisa. Los argentinos tienen dos problemas para cada solución. Pero intuyen las soluciones a todo problema. Cualquier argentino dirá que sabe como se debe pagar la deuda externa, enderezar a los militares, aconsejar al resto de América latina, disminuir el hambre de África y enseñar economía en USA. Los argentinos tienen metáforas para referirse a lo común con palabras extrañas. Por ejemplo, a un aumento de sueldos le llaman... "Rebalanceo de Ingresos", a un incremento de impuestos... "Modificación de la Base Imponible" y a una simple devaluación... "Una Variación Brusca del Tipo de Cambio". Un Plan Económico es siempre... "Un Plan de Ajuste" y a una Operación Financiera de Especulación la denominan... "Bicicleta". Viven, como dijo Ortega y Gasset, una permanente disociación entre la imagen que tienen de si mismos y la realidad. Tienen un altísimo numero de psicólogos y psiquiatras y se ufanan de estar siempre al tanto de la última terapia. Tienen un tremendo súper ego, pero no se lo mencionen porque se desestabilizan y entran en crisis. Tienen un espantoso temor al ridículo, pero se describen a si mismo como liberados. Son prejuiciosos, pero creen ser amplios, generosos y tolerantes. Son racistas al punto de hablar de..."Negros o Judíos de mierda" o "cabecitas Negras". LOS ARGENTINOS SON ITALIANOS QUE HABLAN EN ESPAÑOL. PRETENDEN SUELDOS NORTEAMERICANOS Y VIVIR COMO INGLESES. DICEN DISCURSOS FRANCESES Y VOTAN COMO SENEGALESES. PIENSAN COMO ZURDOS Y VIVEN COMO BURGUESES. ALABAN EL EMPRENDIMIENTO CANADIENSE Y TIENEN UNA ORGANIZACIÓN BOLIVIANA. ADMIRAN EL ORDEN SUIZO Y PRACTICAN UN DESORDEN TUNECINO. Son Un Misterio".

Los problemas del mundo

Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo,estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos.

Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.

Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar.

El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado.

Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.

De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba.

Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo:

Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie.

Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa,pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.

Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo.

Al principio el padre no creyó en el niño.

Pensó que sería imposible que, a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes.

Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.

Para su sorpresa, el mapa estaba completo.

Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares.

¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?

De esta manera, el padre preguntó con asombro a su hijo:

Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?

Papá, respondió el niño; yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre.

Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía como era.

"Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo".


Gabriel García Marquez

viernes, 21 de septiembre de 2007

Verdadero o falso

Supongamos que tenemos un mazo de 52 cartas. Lo mezclamos, tomamos una al azar y la ponemos boca abajo sobre la mesa sin mirarla.
Hacemos entonces una afirmación, por ejemplo: "La carta elegida es el As de diamantes"
Esta afirmación ¿Es verdadera o falsa?
Damos vuelta la carta y vemos cual es. Supongamos que efectivamente se trata de el As de diamantes.Ahora la pregunta:
Antes de dar vuelta la carta, la afirmación "La carta elegida es el As de diamantes" ¿Era verdadera?(Lo mismo podemos preguntar si la carta no lo fuese y la afirmación termina siendo falsa. ¿Lo era también antes de dar vuelta la carta?)

jueves, 20 de septiembre de 2007

La selleción de Wolksvagens

La redacción que sigue más abajo, fue escrita por un candidato en una entrevista psicotécnica de Selección de Personal en la firma Wolksvagens.
La persona fue aceptada y su texto está haciendo furor en Internet por su creatividad y sensibilidad.
Evaluemos su contenido y analicemos por qué este candidato se diferenció del resto.
Noticia Completa
Ya hice cosquillas a mi hermana sólo para que dejara de llorar, ya me quemé jugando con una vela, ya hice un globo con el chicle y se me pegó en toda la cara, ya hablé con el espejo, ya jugué a ser brujo. Ya quise ser astronauta, violinista, mago, cazador y trapecista, ya me escondí atrás de la cortina y dejé olvidados los pies afuera, ya corrí por el timbre del teléfono, ya estuve bajo la ducha hasta hacerme pis.
Ya robé un beso, confundí los sentimientos, tomé un camino errado y sigo andando en lo desconocido. Ya raspé el fondo de la olla donde se cocinó la crema, ya me corté al afeitarme muy apurado y lloré al escuchar determinada música en el ómnibus. Ya traté de olvidar a algunas personas y descubrí que son las más difíciles de olvidar. Ya subí a escondidas a la azotea para agarrar estrellas, ya subí a un árbol para robar fruta, ya me caí por una escalera. Ya hice juramentos eternos, escribí el muro de la escuela y lloré sentado solo en el piso del baño por algo que me pasaba, ya huí de mi casa para siempre y volví al instante siguiente. Ya corrí para no dejar a alguien llorando, ya quedé solo en medio de mil personas sintiendo la falta de una sola. Ya vi ponerse el sol y cambiar al rosado y al anaranjado, ya me tiré a la piscina y no quise salir más, ya tomé whisky hasta sentir mis labios dormidos, ya miré la ciudad desde arriba y ni aún así encontré mi lugar. Ya sentí miedo de la oscuridad, ya temblé por los nervios, ya casi morí de amor y renací nuevamente para ver la sonrisa de alguien especial, ya desperté en medio de la noche y sentí miedo de levantarme. Ya aposté a correr descalzo por la calle, grité de felicidad, robé rosas en un enorme jardín ya me enamoré y creí que era para siempre, pero era un "para siempre" por la mitad. Ya me acosté en el pasto hasta la madrugada y vi cambiar la luna por el sol, ya lloré por ver amigos partir y luego descubrí que llegaron otros nuevos y que la vida es un ir y venir permanente. Fueron tantas cosas que hice, tantos momentos fotografiados por la lente de la emoción y guardados en ese baúl llamado corazón. Ahora un formulario me pregunta, me grita desde el papel: -¿Cuál es su experiencia?
Esa pregunta hizo eco en mi cerebro experiencia... experiencia...
¿Será que cultivar sonrisas es experiencia? No, tal vez ellos no saben todavía ver los sueños. Ahora me gustaría preguntarle al que redactó el formulario: ¿Experiencia? ¿Quién la tiene si a cada momento todo se renueva???

Poema 20 de Pablo Neruda

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos". El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo ella tambien me queria.

Algún día, me lo tengo que aprender de memoria...

Proisraeli de izquierda... ya somos dos

Podría encabezar este breve artículo de apoyo al derecho (y si me apuran, a la obligación moral) del joven Estado de Israel a existir, y a existir libre de las amenazas del tipo de «echemos a todos los judíos al mar» con que sus vecinos árabes «salu­daron» su creación a fines de 1947, tan sólo dos años después de la derrota nazi, con un sinfín de tristes y rocambolescas anécdotas.
Aquella vez, por ejemplo, en que a mis dieciséis o diecisiete años le escuché decir estupefacta a un joven cono­cido madrileño que no pensaba acompañarme al cine a ver Manhattan, de Woody Alien, «porque él es uno de ellos, no. Y ya sabes, están en todas partes, con su maldita propaganda de víctimas mientras asesinan a los palestinos».
O la ma­ñana en que, a punto de examinarme en Toulouse del BAC (bachillerato francés, equivalente al último año del selectivo universitario español), oí, a las puertas mismas del aula del St. Sernin, susurrar a una chica: «Qué mala suerte, nos cae en el oral de inglés una youpine de mierda» (youpin, youpine es el término despectivo con el que los antisemitas franceses denominan y creen denigrar placenteramente a sus compa­triotas judíos). O las veces en que, presentando o a punto de presentar en diversas ciudades mi última novela, Velódromo de invierno, ambientada durante y después de la gran redada nazi-vichysta de París en julio de 1942, hube de soportar los ciento y un comentarios de esta índole de un público que en su casa y en el bar seguro que no se define a sí mismo como «racista».
Claro que alguno de ellos dirá, traicionado por el lenguaje católico inquisitorial-caritativo de parroquia rancia y función fin de curso de sus niños de uniforme, «qué ricos son los niños negritos»... Vayan algunos ejemplos elegidos al azar de una memoria de hartazgo. Una mujer de mediana edad en la feria del libro de Madrid: «Ay, hija, ya con esa estrella amarilla en la portada, pues me pienso si comprarlo, mira tú, entre que no aguanto tristezas, con lo dura que está ya la vida si en vez de distraernos leyendo la pasamos mal, y a fin de cuentas ellos le están haciendo lo mismo a los palestinos, ¿no?»
Un hombre cincuentón y bien trajeado en la Feria del Libro de Sevilla: «¿Escribiste esto para que te hagan pelícu­la? Porque como ellos tienen tanto dinero en Hollywood y estos temas son los suyos.... Te creía de izquierdas, sabes, pero ahora... Ahora veo que eres como ellos. Judía. Una de ellos. Ya no te volveré a comprar, porque estoy con Arafat.» El colmo fue ya, en Málaga y tras una conferencia, cuando una señora, que se levantó iracunda de su asiento, me espetó: «He vivido muchos años de emigrante católica y franquista (a mucha honra) en Alemania... Y allí todos sabían que los muertos judíos no pasaban de cuatro millones... Todas esas cifras de los seis millones son exageraciones propagandísti­cas de comunistas y pro comunistas como tú.» En fin. Podría hablar de esas y de tantas otras ocasiones, pasadas, recien­tes, inminentísimas y sin embargo atemporales porque están fijadas en un imaginario que durante siglos de abyección demonizó al «otro», al «descendiente de los asesinos del hijo de Dios», hasta colonizar por abrumadora mayoría el incons­ciente colectivo español cuyo cobarde discurso de cristiano viejo es siempre el «aquí no somos racistas, pero...», en que me observé y sentí en franca minoría a la hora de analizar y comentar la cuestión judía, el drama de Israel.
El drama de una nación de nacimiento consensuado por otras naciones, es­poleadas por el espanto y la culpa del Holocausto, en primer lugar por la extinta URSS, que dos décadas más tarde dio un giro a su política exterior para jalear a los peores regímenes teocráticos (pero ya hubo el precedente del aberrante pacto germano-soviético), del mismo modo en que hoy en día los Estados Unidos se alían con la teocrática y pisoteadora de los más elementales derechos humanos Arabia Saudita, cuyos códigos wahabíes religioso-feudales reducen a las mujeres a meras pertenenencias de los señores medievales y escla­vistas con ordenador portátil de ratón de oro bajo la chilaba rezumante de petróleo.
Siempre hay un pero, y un empero, y un sin embargo, en esa clase de prolegómenos racistas y ahistóricos nacidos de una identidad forjada a través del sín­drome de la exclusión y del temor a la modernidad. Hablo de la identidad española, en este caso.
En cuestión antisemita, tras las infamantes expulsiones de 1492 y, al cabo de siglos, la atroz dictadura filo nazi del general Franco, España no se queda atrás a la hora de la abyección (únicamente las Cortes Republicanas, a través de Fernando de los Ríos, hablan du­rante la Constituyente de una «reparación histórica» en el caso de los sefardíes miserablemente expoliados de sus vidas y bienes y arrojados de su tierra por la brutal orden de des­tierro de sus cristianísimas majestades), por mucho que los voceros de derechas e izquierdas sin demasiada sustancia, y sí mucha arrogancia cultural, y escasa memoria y enten­dimiento históricos, que llenan columnas de periódicos y espacios radiofónicos, diserten con la falsa autoridad de un Américo Castro en tantas tertulias vanas o venales y verbo in­sólito de analfabetos (ese «primar» en lugar de «prevalecer», entre otros muchos ejemplos).

No quería hablar de mí, ni de mis experiencias, en realidad. Pero es que en pocos países he hallado un antisemitismo tan artero y a flor de piel como en esta vieja península ibérica donde se suicidó Walter Benjamín, y donde el periodista Julián Zugazagoitia y el presidente Lluis Companys fueron entregados por la GESTAPO al tribunal franquista que selló su muerte entre otras miles de muertes por boca de fusiles, apli­cando las leyes nazis retroactivas frente a la tapia o muerete que los vio caer. No soy una entusiasta de la palabra patria..., pero me gustaría recordarle al mundo hispano que a mi libe­ral «patria de todos», la presidida por ese gran intelectual, escritor y persona que fue Manuel Azaña (a quien también la GESTAPO fue a buscar, por fortuna infructuosamente, muy poco antes de su muerte desdichada en el exilio), vinieron muchos, muchísimos, judíos del mundo entero —y de todas las tendencias— a defenderla cuando sus libertades constitu­cionales se vieron amenazadas por la agresión nazi-fascista... Porque su libertad era la suya, y la suya era la de ellos, la nuestra. Porque hubo dos revoluciones burguesas, la ameri­cana y la francesa, que lucharon por su emancipación y sus derechos civiles... Porque la punta de lanza de la emancipa­ción judía ha estado y está con los defensores de la libertad.
Si me preguntan en España acerca del problema árabe-israelí, o israelo-palestino, muchos de mis interlocutores siguen sorprendiéndose cuando les respondo que soy inequí­vocamente pro israelí. Y que ser pro israelí no significa otorgar cheques en blanco de simpatía a «ningún gobierno» (obvia­mente, soy muy próxima a los ideales de Barak y de Shlomo Ben Ami, y no lo soy en absoluto a los de Netanyahu o de Sharon). Pero tengo muy claro que defender a Israel, a ese pequeño y valiente país que lleva desde 1948 aguantando el desgaste psicológico y ético de una amenaza militar continua cuyos ataques sufrió y no provocó, implica también hacerlo en sus horas malas, en sus horas trágicas de ataques de mártires terroristas suicidas palestinos que en nombre de la teocracia más aberrante se autoinmolan asesinando a bombazos a la población civil indefensa a la espera de una recompensa del paraíso de harenes poblados por «huríes», o mujeres-ángeles reconvertidas en prostitutas celestiales a mayor gloria del machismo triunfante del integrismo islámico. Precisamente porque soy de izquierdas, oriunda de una tradición ilustrada, defiendo el derecho a existir de un pequeño territorio y gran nación soñado por Herzl, el periodista que cubrió asqueado el infame proceso antisemita al capitán Dreyfus orquestado por la Francia reaccionaria que décadas después engendró a personajes como el repugnante Darquier de Pellepoix (ex delincuente financiero) o el Céline de Bagatelles pour un massacre, tan aplaudidos en los salones colaboracionistas o en las revistas vendidas a la nueva Literatur. Si no existiera Israel, en Europa la población judía seguiría siendo asesinada por los pogromschicki (perpetradores de matanzas rituales, gene­ralmente cosacos). Norman Cohn, historiador y autor de un ensayo tan imprescindible como lo es El mito de la conspiración judía mundial, donde analiza la falsificación de esos supuestos Protocolos de los sabios de Sión (Alianza Editorial, 1983), plagia­dos y horrendamente tergiversados a fines del siglo XIX por la Ojrana —la policía zarista— de un texto sobre Maquiavelo de Maurice Joly, un olvidado y decimonónico ensayista pro­gresista francés que se hubiera revuelto en su tumba ante semejante manipulación, demuestra en su ensayo cómo a partir de la Revolución francesa y del posterior dominio na­poleónico, los partidarios del Antiguo Régimen identifican judaísmo con modernidad urbana y cambio social, y or­questan una campaña de difamación basada en el supuesto «gobierno mundial de los sabios de Sión». Entroncándolo con el viejo mito antisemita «creado» por el cristianismo, religión de «hijos» de un «hijo» que jamás se declaró otra cosa que judío y se erigió en cualquier caso más jefe político que Mesías, en rebeldía contra los padres fundadores. Creado. Pues fueron los cristianos, en buena parte descendientes de judíos, quienes buscaron la separación y, para ahondar la falla, sem­braron la simiente de la animosidad. Recordemos que en la época, entre los siglos III y IV d. C, en que la iglesia y la sina­goga competían para obtener el favor de nuevos fieles en el mundo helénico, san Juan Crisóstomo tildó, en la Antioquia donde tantos oscilaban entre la religión primigenia y la nue­va, a la sinagoga de «el templo de los demonios... sima y abismo de perdición». Recordemos (mi admirado y querido científico, ensayista y ex resistente Claude Lévy, cuyo ensayo, confirmado por el difunto Paul Tillard, La grande rafle du veldliiv -éditions Roben Laffont, París, 1967 et 1992- me fue básico e insustituible a la hora de escribir mi novela Velódromo de invierno, lo cita con cariño y emoción indudables) el ensayo del historiador francés Jules Isaac, L'enseignement du mépris... Tres o cuatro generaciones de escolares franceses han crecido estudiando en las aulas la historia de su país en el manual Mallet et Isaac... La historia escrita de un país cuyo régimen vichyista, tan favorable a una ocupación alemana que casi aplaudió en los términos mismos del deshonroso armisticio, entregó, por medio de sus gendarmes republicanos, a la es­posa e hija refugiadas en Clermont-Ferrrand del intelectual francés a sus asesinos alemanes. Murieron en los campos. Wurden Wergast. Gaseadas. Como tantos otros, centenares, miles, millones. Y Jules Isaac, el ferviente patriota que le ha­bía explicado en sus libros de texto a los niños de la «dulce Francia» y la escolarización republicana, laica, gratuita y obligatoria, los entresijos de la historia y los vaivenes de las memorias colectivas a través de los actos fechados, buscó inú­tilmente durante un tiempo sus nombres en las escasísimas listas de supervivientes chincheteadas por las estancias del hotel Lutétia que antes acogió a los torturadores de la GESTAPO y a partir de la Liberación fue sede de los pocos y esqueléticos supervivientes del infierno nazi... En L'enseignement du mépris («La enseñanza del desprecio»), Jules Isaac escribe: «Cierta educación cristiana, profesada de siglo en siglo, generación tras generación, ha terminado por incrustarse, a través de millares y millares de voces, en la mentalidad cristiana..., ha forjado su subconsciente [...] La responsabilidad alemana ha venido a añadirse, por terrible que ésta sea —como el más repugnante de los parásitos — a una tradición secular, que no es otra que la de la tradición cristiana [...] Sí, incluso después de Auschwitz, Maidanek, Dubno, Treblinka, ese antisemitis­mo cristiano existe. Y no ve, no advierte el nexo subterráneo que lo une al antisemitismo nazi, a ese antisemitismo de corte anticristiano que recientemente arrasó.» Recordemos (recorté para guardarla la fotografía, publicada por varios diarios españoles el 12 de noviembre del 2001, como argumento contra quienes me acusan de ¿fílosemita? o directamente de «impe­rialista», absurdo para quien se movilizó, y mucho, contra las criminales agresiones de Reagan a la Nicaragua sandinista que supo perder sus elecciones, esas que, por ejemplo, no convoca Castro) esa imagen de saludo fascista, tomada en Beirut, «brazo en alto» y ante clérigos chiíes, de los más de mil nuevos reclutas de la guerrilla Hezbolá formalizando su promesa de lanzar ataques terroristas suicidas contra Israel... ¿Están ciegos quienes en España llaman desde la izquier­da «juguete de los USA» (que hasta la guerra del 67 no ayudó militarmente a Israel) al país que vio nacer al extraordinario movimiento «Paz Ahora», al país de los kibutzim y los grandes escritores críticos, al país que, tras la matanza, consentida por tropas israelíes y perpetrada en su territorio por las falanges libanesas, de los desdichados palestinos de Sabrá y Chatila, vio en sus calles la mayor de las manifestaciones de protesta —más de quinientas mil personas reunidas en Tel Aviv en un país de cinco millones, de los cuales un 20 por ciento es árabe israelí— y repulsa por el crimen presenciado? ¿Están ciegos o no saben?¿No saben acaso en España quién empezó la guerra del 48 y se negó a la creación de los dos Estados, judío y palestino, preconizados por la ONU muy poco después de la heca­tombe nazi y del imborrable horror del Holocausto? Fueron los países árabes limítrofes y agresores quienes iniciaron la guerra interminable, porque querían «todo o nada». Y el lema que unió a sus dictadores gerifaltes — ¿es necesario recordar la matanza de comunistas kurdos e iraquíes que organizó en la década de los sesenta un Sadam Hussein, luego muy apoyado por las hipócritas administraciones republicanas estadouni­denses que veían en él a un «amigo de occidente?» — no fue otro que el viejo de «echemos los judíos al mar».
¿Saben los españoles -nacidos en este país de difusa memoria judía e identidad nacional construida a partir de la culpa conversa, la vergüenza y el rechazo de todo lo judío, así como del elemento morisco, incorporado a nuestra cultura, a diferencia del primero, de resultas de una serie de invasiones— que la tradicional «amistad hispano-árabe» del franquismo tiene unos antecedentes netamente hitlerianos? ¿Conocen los jóvenes manifestantes españoles propalestinos de buena, buenísima voluntad en la mayoría de los casos y generoso dolor por la población civil de Gaza y Cisjordania avasallada en la actual situación de guerra, los anteceden­tes del gran muftí palestino Al Husseini, durante los años treinta? ¿Saben acaso que fue íntimo amigo de Hitler — tenía inmensos ojos azules, eso ayuda-, espía suyo a favor de su repugnante «Reich de los mil años»?
¿Saben que era recibido como un héroe en los salones nazis?
¿Saben que sus partida­rios perpetraron atroces matanzas de refugiados judíos del terror nazi antes de la creación del Estado israelí, en plena guerra mundial entre los aliados y el Eje que arrasó Varsovia, Coventry, Rotterdam, Babi Yar, Salónica?
¿Saben mis conciudadanos que hoy llaman, colmo de los colmos, «nazis» a los ciudadanos israelíes, que Gaza y Cisjordania pertenecieron, tras la primera guerra árabe-israelí, a Egipto y Jordania (que organizó en su famoso Septiembre Negro de hace treinta años, la mayor matanza conocida de re­fugiados palestinos de la historia) y que ninguno de esos dos Estados, cuyos dirigentes llevan perpetuamente en los labios «el problema palestino», se ocupó jamás de la «creación del Estado palestino» por ellos rechazado en la ONU al término de la guerra perdida por sus aliados alemanes?

¿Saben los jóvenes españoles que utilizan a modo de en­seña el pañuelito palestino que la ANP tiene establecida la pena de muerte en su territorio autónomo, que los dere­chos humanos —especialmente en lo tocante a las mujeres, tan sojuzgadas por un mundo musulmán que en sus casos más extremos acepta la esclavitud, la poligamia marital y la muerte por «asuntos de honor»— no existen en el feudo de Arafat, como no existen en su territorio ocupado desde el 67, de acuerdo, organizaciones pacifistas y críticas al sistema si­milares a las muy activas y operantes en suelo israelí?

¿Saben los jóvenes soliviantados —como tantos judíos de la diáspora, hay tantísimos israelíes de buena voluntad, que a la par que lloran a sus muertos de los últimos atentados suici­das llevados a cabo, no por milicianos de una causa, sino por «fascistas» de los del «paraíso en el cielo», suspiran por una paz justa, de fronteras seguras y armonía vecinal— cuántos criminales de guerra nazis, de extradiciones una y otra vez requeridas por Estados como Francia, viven o vivieron una vejez de oro con cargo de asesores estatales de los países limí­trofes? Alois Brunner, responsable directo de la deportación a los campos nazis de más de tres mil niños judíos parisienses durante la ocupación, fue alto cargo del Ministerio del Interior y la policía Siria... En el 2001 se celebró su juicio in absentia... Y como él, tantos otros. Otros, como el nazi Johann von Leers, que después de la guerra se convirtió a la religión musulma­na, adoptó el nombre de Ornar Amin y halló refugio, cobijo y molicie en el Egipto de Nasser, de quien fue asesor de pro­paganda. Von Leers murió en 1965. Pero en 1942, Johann von Leers escribió, como prefacio al libro Die Verbrechnatur der Juden («La naturaleza criminal de los judíos»), lo siguiente: «Si se puede demostrar la naturaleza hereditariamente criminal del judaísmo, entonces no sólo está cada pueblo justificado moralmente para exterminar a los criminales hereditarios, sino que todo pueblo que siga teniendo y pro­tegiendo a judíos es exactamente tan culpable de un delito contra la seguridad pública como quien cultiva gérmenes del cólera sin observar las precauciones adecuadas.» Criminal y propagandista nazi, y al cabo de la derrota de los suyos afilia­do a una causa ajena que se hermana con la propia a través de la obsesión «patógena». O más sencillamente, del «otro» entendido como «no-otro», como virus. Como deformación. Escribió Sartre, en un controvertido pero brillante ensayo, Reflexiones sobre la cuestión judía, que a veces o casi siempre basta con mirar al «otro» como distinto para convertirlo en un «judío» a ojos de los gentiles más agresivos. Si tildas de «judío» incluso a quien no lo es, termina siéndolo. Posible, si atendemos a los mecanismos más primarios del grupo (ya sea éste gentil-laico-progresista) y a sus derivaciones perversas y arquetípicas que dieron lugar, por ejemplo, al antisemitismo estalinista, que frente a figuras como Trostky o Rosa Luxemburg, se limitó a recuperar el viejo nacionalismo panruso-eslavista, reaccionario y temeroso de modernidades «burguesas» y de reivindicaciones territoriales, al precio de la sangre derramada en un GULAG de altísimo porcentaje de víctimas revolucionarias judías.
¿No saben que cuando el intelectual Ben Ami, ex ministro del progresista gobierno Barak —cuyo plan de paz rechazó de forma absurda y suicida el dictatorial Arafat, por una cues­tión de un tres por ciento del territorio que desbarató la casi inminente creación del Estado palestino y sentó las bases de esa Segunda Intifada que se ha convertido, al contrario que la' primera, en sinrazón de guerra abierta y cumbre de odio— se refiere a intelectuales como Edward Said, gran pensador pa­lestino, lo hace siempre en términos de elogio y admiración?

No me gusta, por lo general, la retórica abusiva de la pregunta que se auto responde... Pero acá tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo porque llevo años sintiéndome en minoría, sin que eso me perturbe en exceso, respecto a la «cuestión judía». No me inquieta no gozar del beneplácito general en una mesa de restaurante, es un decir, no. Pero sí me inquie­ta la consiguiente pregunta, generalmente articulada con excitadas sonrisas: «Pero ¿cuál es tu religión?» Al principio, cometía el error de explicarles la firme promesa (que a la fa­milia de mi madre le representó muchos problemas durante el franquismo), heredada por generaciones, de no acatar el bautismo católico, en ninguna circunstancia, salvo la muerte, circunstancias ultímisimas o causas mayores... Luego entendí que explicar «eso», ese detalle nimio, pintoresco y literario, provocaba en mis interlocutores de todo tipo una vaga mueca de suficiencia. «Es que seguramente viene de conversos, por eso piensa así»...
No sé de dónde vengo, aunque por un lado familiar sé que vengo de no católicos. Eso no es para mí lo importante. Lo importante es que mi madre me habló de bien niña del drama del Holocausto. Me rogó que no olvidase jamás que una se­rie de gentes muy normales habían «votado» un programa electoral que excluía a muchos de sus compatriotas de la condición normal de ciudadanos. Lo importante es que a los ocho años ella me regaló el diario de Ana Frank, y aunque a esa edad no entendía todavía por qué esa niñita de trece años y ojos chispeantes que me miraban desde la portada de la edición francesa de bolsillo (dejé de ser amiga de una chica porque al echarle una ojeada dijo «merde, pero fíjate qué cara tiene de judía, cómo se le nota») arrancaba su diario, iniciado poco antes de que se refugiara en el escondite de Ámsterdam, hablando tanto de chicos —a mí a esa edad los chicos me parecían medio idiotas de tan parados—, supe que era mi amiga para siempre. Sigue siéndolo. Me sonríe, al lado de Marcel Proust, en mi estante favorito. Antes fue mi hermana mayor, luego mi hermana pequeña, y ahora es mi hermana atemporal. La que me dio mi madre, que no tuvo más hijos que yo, y a veces suspiraba y decía: «Qué escritora hubiera sido si ya lo era, con su capacidad de observación entre Gógol y Chéjov, qué pedazo de escritora es ya para siempre, y tan pequeñita.»
La hermana de Ana, Margot, quería ser comadrona en Palestina..., al revés que su benjamina, que soñaba con un futuro de periodista y escritora en Europa..., un futuro invalidado para ambas por el tifus concentracionario en Bergen-Belsen, 1945.
En 1963, y según relata la biógrafa de la diarista ado­lescente Carol Ann Lee, el hombre que detuvo a las familias escondidas en un desván de Ámsterdam hoy famoso en todo el mundo, Karl Josef Silberbauer, respondió a la pregunta de su entrevistador, el periodista holandés Jules Huf, acerca de si «lamentaba lo que había hecho», que «por supuesto que lo lamentaba». Porque se había vuelto un auténtico «margina­do». El problema no era otro que «cada vez que quiero tomar el tranvía tengo que comprar un billete como cualquier otro, ya no puedo mostrar mi tarjeta de policía».
Curiosa manera de sentirse marginado, luego de haber perdido una guerra... Los bebés gaseados y tiroteados por las SS y la Wermacht (sí, también ellos, y los nuevos documentos que salen a la luz muestran la connivencia de todo un Estado, de todos sus estamentos, a la hora de la aniquilación) no eran, según su visión del mundo, los «marginados». Su muerte era «justicia», y el auténtico «marginado» era él, que ya no disponía, en nombre de los servicios policiales realizados, del billete de transporte gratuito concedido a los «héroes».
¿Cómo explicarles a muchos de los jóvenes españoles que centenares de nazis hallaron cobijo en la España de Franco? ¿Cómo explicarle a tanta gente que sólo quiere saber de blan­co y negro, buenos y malos que en la Palestina «judía» — de la que por cierto ya escribió Chateaubriand, y muy bellamente, sobre sus misérrimos cien mil judíos súbditos del Imperio otomano en su libro de viajes De París a Jerusalén— de los años treinta, protectorado británico, únicamente la población judía, tanto la autóctona como la refugiada del nazismo, aunó esfuerzos y armas, además de sus brigadistas voluntarios, en defensa de una República española que los árabes de enton­ces aborrecían, en virtud de su transparente pacto de amistad germano-italiano?
Estoy escribiendo este artículo porque aún circula por mis venas la sangre y la savia de la indignación ante un ejerci­cio perenne de propaganda cuyas primeras víctimas son la población civil de uno y otro bando. La población civil Palestina, esos niños tiroteados, esas gentes de casas derrumbadas en la franja de Gaza y en la Cisjordania hermosa y trágica, me despiertan en mitad de la noche con su mirada implorante de víctimas. Arafat, con su cerrazón lamentable, les negó la paz que proponía el gobierno progresista Barak, y los arrojó a una nueva Intífada condenada al mayor de los fracasos. (¿Saben los jóvenes propales tinos españoles que ya antes de la creación del primer gobierno israelí los artífices de la construcción del Estado hebreo se enzarzaron en una lucha a muerte con las organizaciones terroristas judías, tipo Stern, que tenían en su haber muertes ignominiosas como las de los residentes en el hotel Rey David, de Jerusalén? ¿Saben que desarmaron sus enclaves y detuvieron, e incluso se enfrentaron a tiro limpio con sus dirigentes? ¿Por qué Arafat no hace lo mismo con el terrorismo integrista de sus filas? ¿Por qué los alienta?)
Estoy escribiendo este artículo a favor de Israel porque soy europea, hija del continente del crimen mayúsculo de la Shoa, los conflictos, la crueldad, la miseria y la belleza. Hija de Víctor Hugo, Franz Kafka, Emil Zola, madame Curie, Chagall, André Bretón, Picasso, Saint-John Perse, Louis Aragón, Marcel Proust, Natalia Goronchova, Karl Marx, Matisse. Judíos y no judíos en una Europa que no sería, no habría sido Europa, sin su raíz primera de religión madre y protectora del verbo, atenta incluso en sus descreimientos. Porque me siento espiritualmente laica, hija y hermana del judaísmo que de lejos o de cerca los forjó y los atemperó a todos ellos y a su herencia, que es la nuestra, cabalística y ra­cionalista, fantasiosa y realista.
Porque aborrezco la mentira.
Esa misma que leo a diario en ciertos columnistas que alaban al sistema occidental como si éste naciese de una col, y no de las luchas sindicales saldadas con muertes que han conquis­tado derechos civiles y democracia y semanas de cuarenta y de treinta siete horas. Esa clase de columnistas, portavoces del ¿liberalismo? dan gracias a una memoria que una y otra vez entierra a los Franklin Delano Roosevelt, a los Olof Palme y a los Rosa Luxemburg asesinados de este mundo de men­tiras mediáticas y monumentos a los ignorantes que llevan en la frente el tatuaje petrolero (¿en nombre de la «libertad» no somos acaso aliados de dictaduras como todas aquéllas regidas por una sharia heredada de brutales pastores medie­vales que condenan perversamente a las mujeres al papel de paridoras sin placer —ablación del clítoris, «entendida» por tantas neo y viejo feministas en nombre de una «diferencia cultural» que no es sino monstruoso ejercicio de tortura—, en nombre de la libertad no condenamos a unos pueblos al bombardeo y a otros, idénticos, al papel de «amigos» produc­tores?). Contra esa clase de mentirosos, y de conversos a lo peor de un sistema que ya no es Manchester ni su esclavitud laboral de niños gracias a los movimientos sociales y contra sus detractores de «izquierda» sin imaginación ni más pro­gramas que el de las sustituciones burocráticas en el poder, defenderé al Israel de mis sueños de niña y al de las reali­dades conquistadas. Cuando escucho decir que ahora a Israel «sólo» la defiende la derecha, me pongo enferma... Porque ¿en qué piensa esa supuesta izquierda española que no lee, no estudia los orígenes de un Estado nacido de la mayor de las desgracias, no entiende que sin Israel la escasa población judía del continente se vería de nuevo hoy amenazada por la extrema derecha haideriana y lepenista, entre otras?
Días atrás, leí en el dominical de El Mundo un avance del libro del periodista Alfonso Torres, titulado El lobby judío. Poder y mitos de los actuales hebreos españoles, publicado por la «Esfera de los libros»... La entradilla comenzaba así: «ESTÁN en la banca, la Justicia, la hostelería, la construcción, el textil... Los judíos españoles se mueven en los círculos más poderosos y mantienen contacto con la élite económica y política. Contar con el respaldo del "lobby" hebreo incluso puede librarles de la cárcel.» El libro, bastante anodino y muy periodístico, del reportero en cuestión, no es ni a priori ni a posteriori aparente­mente antisemita... Pero dicha entradilla sí lo es. Así como lo es la mera idea de un libro que no busca ofrecer información sobre las comunidades judías, ortodoxas o de la reforma, lai­cas o religiosas, existentes en nuestra vieja Sefarad, sino un cúmulo de «datos» sobre el «poderío» de los hijos de Sión en la península. «Están en todas partes», y el artículo (y el libro) vienen acompañados de una serie de fotos de ciudadanos de origen judío, triunfadores en sus profesiones de empresarios,cantantes, actrices, diseñadoras de moda... Y yo me pregunto, y les pregunto: ¿Y los leoneses...están en todas partes? ¿Y los andaluces... están en todas partes? Hagan la clásica lista antisemita con nombres no judíos...,con leoneses, andaluces, gallegos, catalanes, da igual. Se lo garantizo.Sus elegidos estarán siempre en todas partes. Porque siemprehabrá una diseñadora, un escritor, una actriz... Elegidos del momento o de la historia, es igual. Ustedes, los redactores de la lista, también los olvidarán al cabo de una, dos, tres semanas.
Pero si fuesen, si son judíos, no los olvidarán.
Porque el antisemitismo cristiano de siglos, apoyado por elanden régime del mundo tenebroso que intuyó la caída de susprivilegios rurales a manos de una burguesía naciente y de una aristocracia financiera, dispuesto a ceder terreno a costa de que «cambiase mucho para que no cambiase todo», ese mismo mundo al borde del abismo que en la década de los veinte del siglo que se fue popularizó la superchería infame de los Protocolos de los sabios de Sión, introdujo siglos atrás el temor de los hijos a los padres. De los conversos a los padres.Y ese mismo temor primigenio ha legado odio a los actúa­les terroristas islámicos. Se suicidan no a favor de algo (lapatria que nunca existió, la Palestina mítica y sagrada paralos tres monoteísmos), sino contra algo. Se suicidan contra el«Padre» fundador, pero ni siquiera lo saben.

Como no lo sabe la izquierda vana y derechosa que no busca «entender», sino condenar, como sí lo sabe la derecha que busca utilizar y aprovechar...
Cuando me preguntan por qué soy pro israelí, siempre respondo lo mismo: «Por justicia, porque odio los pogro­mos, el antisemitismo que engendró el nazismo, porque soy demócrata y de izquierdas, porque soy hija de la Europa que asesinó a uno de sus mejores y más pacíficos pueblos (y el úl­timo pogromo tuvo lugar en la Polonia liberada de los nazis en 1947), a los hijos del verbo que nos dio los diez mandamientos, entre ellos el "no matarás", que hago mío, salvo en aquellos casos en que esté en juego mi propia supervivencia y la de los míos, la de quienes creen en la vida civil no regida por dioses que nada saben de los hombres y las mujeres.»
Cuando me preguntan por qué me gustaba el gobierno Barak y me inquieta y me disgusta el gobierno Sharon, res­pondo: «porque son distintas maneras de resolver problemas, y esta última entraña más sufrimiento cosechado en muertes de inocentes. Pero la raíz del problema es la misma que en 1948, porque fue Arafat quien rechazó el plan de paz, quien no dio la oportunidad a su pueblo de construir un modus vi-vendi civil y no religioso». Y añado, asimismo, que porque soy una mujer.Y todos sabemos lo poco, poquísimo, que valemos las mu­jeres en un mundo musulmán que no ha hecho su revolución civil, su reforma religiosa (¿saben los jóvenes españoles que hay, en Israel y en la diáspora, mujeres rabino en la interpre­tación judaica de la reforma, que las niñas hacen hoy su Bat Mitzvá, o del judaísmo sólo conocen a esa minoría hasídica y ortodoxa que fotografían siempre los antiisraelíes?).No he querido ser sentimental en este artículo. Podría haberlo sido, amé Tel Aviv y Jerusalén desde mucho antes de conocerlas, de la mano de Juan Carlos Vidal, de Alicia Ramírez, de José Benarroch, de tantos otros seres con quienes me crucé en una estancia tan breve como fulgurante. Ahora las amo para siempre y, como antaño, desde siempre.Pero si me preguntan por qué soy pro israelí, trato, una vez más, de separar corazón y cabeza.Digo que me gustaría pasar como visitante de un Estado hebreo a otro palestino con una sonrisa en los labios. Y que en el segundo no se soñase con paraísos detrás de la muerte, sino con simples purgatorios a este lado de la vida.Porque soy demócrata, porque soy de izquierdas y porque soy mujer, sueño con una Palestina libre, independiente y sin muertos civiles de guerras fratricidas, donde pueda sentirme en casa, lejos de clérigos e imanes furibundos que prometen huríes y aconsejan Goma.Del mismo modo que me siento en casa en un museo, un aula, un salón familiar o un kibutz en Israel, freno antisemita y utopía del verbo hecho carne. Carne asediada, pero carne viva y libre.


Juana Salabert
(París, 1962) nació y se educó en Francia, donde sus padres vivían el exilio franquista. Sin embargo, ha escrito siempre en español y ya desde sus primeros libros 'Varadero' y 'Arde lo que será' (finalista del Premio Nadal), publicados ambos en 1996, se ganó un lugar entre la crítica y los lectores españoles. Posición que se vio confirmada con la concesión del Premio Biblioteca Breve por su novela 'Velódromo de invierno' (Seix Barral, 2001), que desnudaba el horror nazi a través de los asustados ojos de una niña.