lunes, 18 de febrero de 2008

En memoria de... ni siquiera tenía nombre...

Una de las experiencias que volverán locos a los sicólogos que no consultaré en el futuro será seguramente ésta, que invadirá mis sueños por siempre aunque ya no recuerde lo que soñé a la otra mañana. La traumática situación sucedió en la casa de unos amigos apodada cueva debido a su cualidad de mantener la luz fuera y estar siempre llena de gente distinta que ni siquiera nosotros, asiduos visitantes, conocemos. De todas formas, no estoy seguro de que en una cueva pase eso, pero así fue apodada, y así quedo. En el barrio pillo los planteos no van más allá. Era de noche, a eso de las tres (hora Cristina, ya nos acostumbramos, aunque mi compu se resista...). Había una estrella caída, que bien podría haber sido confundida con la luz de algún campo. Entonces Lucas dijo "se te murió el perro" y yo pude observar como dormía el perro negrito acostado, tranquilo. Maxi fue a patearle suavemente la cabeza para despertarlo, a pesar de mi insistencia en que lo dejara. Fue entonces cuando Maxi empezó a reírse y a decir que de verdad se había muerto, y Maxi se ríe cuando miente y cuando habla en serio. Mi pensamiento pasó por pensar en que el perro dormía como una tosca, aunque no sé si las toscas duermen, mientras Lucas recordaba que habria que darles de comer a los 15 perros de la cueva. Pero entonces Maxi fue a tocar el perro, y con la pata lo dio vuelta y el perro completamente duro giró por el pasto. De verdad estaba muerto. La escena era de película bastante mala de humor, el perro parecía un muñeco de lo duro. Y nos empezamos a reír, mientras Maxi se quejaba de que iba a tener que hacer el pozo para enterrar el perro, como siempre, porque si no lo hacía él nadie lo hacía, cosa corroborada el día después. Y la muerte del perro me hizo acordar a cuando atropellaron a estrellita, yo viniendo en bici y justo la veo, como la pasan por tercera vez por arriba, y después estar al lado de ella, tirada en la esquina, y acariciándola, pensando por qué la acaricié tan pocas veces, pensando que se moría. Perra de mierda, si estaba bien así, era rompebolas pero bueno, la quería así. Ella no sabía que se estaba por morir, y levantaba las orejas cada vez que pasaba un auto, queriendo volver a ladrar... Mi papá empezó a decir que podría haberle pasado. Un poco de cosas teóricas, secas, frías, a veces hacen sentir mejor. Hacen pensar en vez de sentir. Pero después pasó, estrella se salvo y siguió recibiendo mimos, incluso se paraba cuando comprobaba que no había nadie alrededor, pero simulaba no poder caminar al acercarnos a ella. Pero no estabamos hablando de estrellita.
Nos reíamos mientras el perro estaba muerto ahi, vayáse a saber por qué. Fue un perro al que nadie llego a querer, era de los pocos que quedaban de los once perritos que fueron muriendo de a poco. Fue un perro por el que nadie lloró, un perro que no pudo vivir, no salió de las cuadras de tierra del barrio pillo, tal vez solo una vez disfrutó de una lluvia. Fue un perro que no llegó a vivir, y encontró la muerte antes de conocer la adrenalina de perseguir un gato, la emoción de robar un hueso, el viento dando en la cara, la velocidad en el verde de los campos sembrados de nada. Fue un perro que solo sirvió de risa para una noche, de pozo en un día, de historia que nadie volverá a contar. Fue un perro, aunque nadie nunca sabrá que lo fue en verdad. Murió y no va a salir en la tele, ni va a quedar registrado en libros. Fue un perro, pero solo él lo supo. El mundo no lo vio como perro, y por eso nunca sabrá de él, y creerá que nunca existió. Fue solo un perro que nadie llego a conocer, y mucho menos a querer. Se murió el perro de los mellizos. Se murió como tantas otras cosas...

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