Llegamos a la tnuá probablemente sin saber qué es lo que iba a pasar. Solo nos despedimos en nuestras casas y algo tímidos con nuestros bolsitos llenos de incertidumbres y miedos entramos en un mundo que tardaríamos en entender. Este mundo mágico que no existía como los demás. porque no era un lugar lo que lo formaba, ni la comida ni las responsabilidades. En este mundo lo que existía eran personas, con sentimientos, con chistes para contar, que de a poco iban a empezar a soñar, y a sonreír para solucionar todo, a pensar en como podría ser el mundo, a descubrir de a poco en cada sonrisa, en cada palabra, en cada mirada lo que es un amigo, aprendiendo a ser feliz.
Y de a poco todo se fue llenando de recuerdos, de momentos, de ganas. Y esperar los días en que volveríamos a entrar a este mundo sin lugar ni tiempo. Y quererlos, de a poco y sin darnos cuenta, formar un grupo, mi kvutzá, mi única kvutzá.
Tan chiquitos éramos... pero creíamos ser grandes! Mientras cantábamos canciones de moda y jugábamos a ser madrijim. Y saltando en una avirá, y extrañando nuestras casas, solo creciendo. Tan grandes parecían ellos... con sus jultzot y su forma de hablar y contarnos cosas que no sabíamos y siempre ahí para abrazarnos si teníamos frío o ayudarnos en lo que no podíamos hacer. Tan grandes... y nosotros ahora, con jultzot y dando peulá, pero somos chicos! Todavía nos falta aprender a reirnos y soñar... si recién ayer teníamos tanto miedo y dudas. Si no me di cuenta cuando crecí...
Pero crecimos. Y ahora nos pondremos la jultzá y vamos a ser la tnuá. Y ahora veinte o treinta janijim pensarán que somos gigantes. 20 o 30 janijim que están empezando a entender este mundo que yo todavía no entiendo del todo. Solo nosotros sabremos el secreto de que somos tan chicos como ellos. O tan grandes.
Tal vez nunca entendamos la tnuá. Tal vez no entendamos algo que se siente. ¿Para qué entenderlo? Solo vamos a sentir...
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