De un amigo simpático y su profesora..
Había una vez o una vez había, como empiece el cuento me da igual. Lo importante es presentarte a un chico, a uno especial, fuera de serie, de esos que no se cruzan en la esquina todos los días. Y ¿por qué especial? Porque era un soñador, porque sus sueños creaban un mundo encantado para todos los que él dejaba entrar…cosa que no era fácil de lograr, porque para entrar había que conocer el significado de algunas palabras. Estas palabras no eran mágicas ni conjuros. No eran reglas difíciles de aprender y mucho menos prejuicios. De todas maneras si tuviera que decir cómo eran esas palabras…solo te podría decir una pista: eran palabras del alma. Palabras que al pronunciarlas liberaban, liberaban al corazón atrapado. Un corazón que salía liberado, muy feliz de poder hacerlo, aunque sólo lo hacía en esos pequeños momentos donde podía dejar suelta su alma y soñar, dejando de lado a su entendimiento, porque el corazón sólo se encarga de dar vida, de hacer vivir aquellos sueños que únicamente viven para ser soñados y también para soñar con aquellos que algún día alcanzaran la realidad, porque como todos sabemos cada corazón tiene razones que ni siquiera la razón podrá entender. Y muchas veces no hay que darle lugar a la razón, solo dejar volar la imaginación, y hacer como este chico, que soñaba sin parar, buscando vivir en un lugar, que quizá nunca existirá porque es su sueño y es probable que nunca alcance la realidad.
Estas palabras no eran palabras huecas o resonantes. No eran palabras difíciles ni tampoco de esas horribles irrepetibles…eran palabras que al pronunciarlas se hacían dulces…y al escribirlas se convertían en pasión. Eran palabras que solo aquellos que las tenían encerradas podían entender…porque al decirlas, pensarlas y hasta amarlas se transformaban en parte de su mágico mundo. Sí, mágico es su mundo. Porque a pesar de todo lo que acontece en nuestro mundo, el mundo real, él sigue soñando con que todo sea mágico, él sigue soñando, y sueña, sólo sueña soñando que sus utopías algún día dejen de serlo para que puedan convivir juntos en el mundo soñado, un mundo que dejaría de ser un sueño para convivir con la realidad.
Pero… volvamos a las palabras, ¿quién podría decirlas y entrar a su mundo? ¿Cuáles serían esas palabras? Hubo quienes intentaron decir palabras fuertes, rimbombantes, de esas que resuenan hasta en la cabeza de los descerebrados, pero no tuvieron éxito. Otros dijeron palabras aduladoras, de esas que buscan algo a cambio y con ellas… más solo lo dejaron, no lograron siquiera emocionarlo. A otros se les ocurrieron palabras divertidas, juguetonas, hasta ridículas pero él los miraba como a extranjeros, sin entender qué querían decir, qué querían hacer con el lenguaje.
El tiempo pasaba tan rápido…tan vertiginosos se daban los cambios alrededor que apenas lograba encontrar en sus propias palabras esas que describieran lo que sentía. Porque si algo lo caracterizaba era su sensibilidad, alguien que sueña y ama así las palabras nunca podría ser alguien sin un corazón de oro. De oro porque era fuerte, de oro porque brillaba, porque llamaba la atención…pero en uno de esos días en que su mágico mundo lo absorbía y lo embriagaba sin querer soltarlo más…recibió una cachetada. No de esas palmadas que da una madre corrigiendo a un niño -queriendo enseñarle que no cruce la calle solo-. No de esas que se dan en un recreo dos chicos porque disputan el partido de figuritas. Una grande, fuerte, inesperada. Un golpe que llegó derecho al corazón. Una persona de aquellas que no conocían sus palabras, de aquellas que miraban su mundo mágico desde afuera y no lo comprendía, solo dijo que era malo. ¿¿¿MALO??? ¿Quién puede decir que un chico es malo? ¿Quién puede descartar a una persona como si fuera un artículo en serie de una fábrica multinacional? ¿Cómo se atreve? ¿Quién le dio permiso? Un frío corrió por su espalda. Su mundo estaba siendo atacado, su espacio mágico invadido por sentimientos oscuros, indescriptibles, sensaciones que nunca pensó conocer. De pronto, y por primera vez en su corta vida sintió mucha bronca, ¿cómo alguien se atreve a robarle a un niño la alegría? ¿Quién le dio permiso para obligarlo a sentir esa sombra en su mágico mundo dorado?
Sin dudas… o con muchas dudas, alguien estaba queriendo robar su fantasía, ¿cómo se pueden usar las palabras para herir?, ¿cómo alguien que debería guiar a valles encantados puede empujarnos al mismo abismo? ¿Por qué en un terrible simulacro de normalidad alguien puede arrojarse el despechado impulso de romper la ilusión de un niño?
Esta situación lo envolvió. Pronto se sumergió en un profundo sentimiento de dolor. No tenía palabras para todo esto, solo algún dibujo o quizás alguna imagen le permitía tratar de expresarse, pero era tan triste estar así, era un camino para recorrer en soledad. Estos caminos de soledad parecen desiertos, donde el oasis nunca se alcanza, donde las alucinaciones solo confunden, donde a veces, hasta se ve el abandono y la caída como la única posibilidad de liberarse. Liberarse del cuerpo, liberarse del alma, liberarse de los otros que no lo entienden, liberarse de tanto…que hasta parecería liberarse de la nada, que avanza inconmovible tratando de atrapar a los corazones solitarios, a los corazones doloridos.
Decidió encerrarse en su habitación, su pequeño bunker, su escondite preferido en ocasiones especiales. Pero nunca había comprobado si aturdirse con música pudiera funcionar para una situación así. Probó una y otra vez con un disco, un cd, un video, una página de Internet, un rato de Chat…pero nada le permitía ver bien lo que pasaba, era tan extraño, se sentía tan expuesto, tan solo. Porque a veces es más fácil, o cómodo quizá, encerrarnos en nosotros mismos, lejos de la realidad o de nuestro propio entorno. Ser prisioneros de nuestro propio dolor o de nuestras penas y cada vez hundirnos mas en lugar de salir del pozo donde nos escabullimos, escondiéndonos hasta de nosotros mismos y buscar ayuda, buscar una salida a nuestros conflictos intra e interpersonales. Muchas veces se nos hace difícil salir al Sol y desterrar de nuestro interior al dolor, resulta mucho más cómodo meternos dentro de nuestro propio vaso y seguir sangrando en silencio.
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Aunque la vida tenga escondidas sorpresas para quienes quieran descubrirlas, él nunca sospechó que la salida estaba tan cerca, en su mente y en su corazón. Había palabras asombrosas que alguna vez había oído, leído y hasta estudiado que ahora parecían tejer una red, una red que lo sostenía para dejar de caer en ese abismo, en ese pozo ciego que parecía absorberlo. Sin pensar, de improviso, despacito, pudo ver más claramente. Cuando alguien envidia a las mentes libres, cuando no se comprende la libertad alcanzada…se lo ataca. Y otra vez las palabras mágicas, las palabras que liberaban empezaron a fluir en su mente y corazón, de repente comprendió que lo habían atacado porque no lo podían dominar de otra forma. Y otra vez caímos, resbalamos a la lógica patética y destructiva de quienes tienen poder y lejos de lograr ser respetados logran rodearse de palabras degradantes, que avergüenzan, que ponen en ridículo, que solo son usadas como fuente de poder. ¿El poder de quien habla? ¿El poder de quien escribe? El poder de quien deja hablar u obliga a callar.
Un momento, ¿qué pasa? ¿Quién soy? ¡Socorro! ¿Soy el autor? ¿Soy el chico? Soy el autor que se hizo chico para entender lo que le pasa. Es terrible, quedé atrapado en mis palabras. Quedé enredado en la red que ata pero libera, en el discurso que atormenta pero que puede permitirme disfrutar del próximo rayo de esperanza. Definitivamente quedé atrapado en mi cuento. ¡Socorro!
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Muy rara vez el chico se acordaba de quien era. Las palabras que la cachetada le había plantado en su corazón eran como ajenjo, como agua amarga que arruinaba la dulzura de su alma. ¿Cómo escapar? El primer paso fue salir del encierro, se sumergió en la pantalla y logró entrar, apenas tocando con su palma una imagen… su espacio virtual se convirtió en real. Ya no era una foto en su pantalla, ya no era solo un reflejo estaba rodeado por la imagen, estaba ahí, parado en medio, sintiendo una brisa suave, los aromas se percibían suavemente y los rayos del sol ya le hacían sentir calor.
De pronto, en el horizonte vio un pequeño grupo de chicos. Otros chicos como él, pero que habían descubierto que al escribir se liberaban, que al expresarse podían sonreír, que al leerse se encontraban, que al nombrarse se reconstruían. ¿Cómo puedo ser así? ¿Cómo puedo sentirme así?
-- Necesito librarme de estas palabras que me atan, me resisto a ser lo que estas palabras me quieren obligar a ser lo que nunca he sido--, le dijo a una abuelita que estaba sentada con ellos, dibujando, escribiendo, riendo. Con todo el amor que pudo, con las palabras más dulces que jamás le hubiera dicho a nadie intentó decirle que no había nada que pudiera detenerlo, que si creía en sí mismo y en La Palabra, podía ser libre de verdad. La abuelita sentía que de pronto, como hace mucho tiempo, su corazón latía fuerte. Otra nueva razón para continuar…pero tanto miedo de volver a fracasar. Ambos se miraron sin decir nada, había tanto para decirse, había tanto por conocer, pero en ese momento solo el desconcierto del espejismo (convertido casi en delirio del alma) podía hacer que de pronto surgieran preguntas y más preguntas.
-¿Quiénes son? ¿Cómo lograron escaparse de las palabras que atan?, preguntó nuestro protagonista.
- Somos los cazadores de utopías, contestó un pequeño sonriendo.
- Escribiendo, dijo otra niña, casi superponiendo su respuesta al pequeño.
Pero en ese encontrarse, en ese mágico momento, una alucinación los sacudió. Temblando, sudorosos vieron que el orgullo de quien los atacara con palabras denigrantes aparecía delante de ellos casi como un fantasma. La abuela lo sintió y más calma y madura pudo sostenerlos, contenerlos, llenarlos de valor, estos humos de presunción no pueden quebrar la ilusión, les dijo y los abrazó.
Vamos a escribir, vamos a unir nuestras palabras. Vamos a tejer una gran red, vamos juntos a atrapar a los malhablados, maldicientes y malévolos que sin corazón intentan borrar nuestras palabras, nuestras sonrisas, nuestro mágico mundo ideal.
Poco a poco, lentamente y tranquilos como si el tiempo no corriera, comenzaron a balbucear, a deletrear palabras bellas, palabras que pintaban paisajes soñados. Un mundo ideal creado con palabras. El mágico mundo soñado que al unir sus frases y sus letras, sus significados y sus deseos podía tomar formas, deslumbrar la vista y embriagar los sentidos. Pronto descubrió que esas palabras que estaban tan guardadas eran llaves para abrir puertas y muchas de ellas eran sintonizadas por los otros chicos escritores. ¿Es que acaso todos habían sufrido el mismo golpe? De alguna manera todos y cada uno de ellos habían sido etiquetados, catalogados de locos, o de malos, o de soñadores o de voladores. ¡Ja! Como si eso fuera algún tipo de maldición que les impidiera continuar soñando. Una vez que pudieron enredar y tejer sus palabras y formaron una pequeña pero muy fuerte red y, estuvieron listos para volver. Porque por más bello que resultara estar ahí no se podía vivir dentro de una espacio virtual. Era necesario tomar valor y regresar, enfrentar los miedos y sobreponerse a las circunstancias, no dejarse vencer por el mal, eso ya significaba un desafío por demás estimulante. Y eso hicieron, uno a uno volvieron, sin olvidar lo vivido ni lo compartido, porque reconocieron que juntos eran capaces de lograrlo.
Quizá así, podría escapar de los tormentos de su mente y salir al verdadero mundo, defendiéndose con sus palabras, buscando alcanzar lo que tanto ansiaba, sólo expresándose. Dejando de esconder eso que tanto guardaba dentro de sí, pero claro, solo no podía, por más que uno quiera y tenga toda la fuerza de voluntad, en soledad no es posible, y él lo sabía… Siempre había estado solo y nunca había podido salir de su pozo, de ese lugar tan oscuro donde se escondía para ni siquiera mirarse a sí mismo.
Pero es fácil decirlo, y muy difícil, por lo menos para nuestro protagonista, hacerlo. Y no es fácil no porque sea un capricho, ni un deseo propio de él no salir de aquel lugar donde se encerraba sintiendo cada vez más fuerte su dolor, sino que no encontraba la salida, la forma de lograr que sus palabras lo rescaten de aquellas penumbras por las que atravesaba momento tras momento.
Sin embargo, sus palabras eran su escudo, y hasta a veces, su espada. Una lucha constante entre su mente y su mente, y por eso era tan complicado encontrar la escapatoria… su mayor problema estaba dentro de él mismo y nadie lo había notado.
Por eso fue, que quedó tan enamorado aquella vez que pudo decirlo, o intento decirlo, pudo sacar, aunque sea de a poquito, alguna de sus palabras. Claro que ahí fue todo un poco más fácil, estaba rodeado de chicos como él, que luchaban por sus letras, por sus ideas, por sus palabras, por sus sueños… por sus utopías. Así y todo los veía distintos, ninguno de ellos era siquiera similar a otro, pero el motivo que los había juntado era el mismo: soñar; dejar fluir eso que llevaban dentro, explotar al ciento por ciento sus ideas y no pensar tanto en el mundo real, sino en el mundo que ellos podían volver realidad.
Muchas veces sus palabras brotaban como colores que pintaban paisajes de otoño, pero cuando reflejaban sus emociones podían ser grises tardes de invierno. Tanta tristeza guardada necesitaba salir, aunque sea para despedirse de ella. De vez en cuando intentaba recordar qué cosas le habían dolido tanto -además de la cachetada claro está- pero se perdía en nuevos sueños y nuevos retoños, pequeños arco iris que surgían en medio de sus muchas tormentas. Tormentas que no se iban y que siempre que desaparecían a causa de una alegre sonrisa retornaban a su lugar de origen, el corazón de este chico que por más que quisiera dibujar felicidad sólo escribía tristeza… Pero la tristeza se volvía emoción cuando leía lo que podía escribir, cuando soltaba un poco su mano, manipulada por su mente que hasta se olvidaba de sus negros sentimientos cada vez que por sus dedos viajaba algún aventurero sueño de deletrear sus más profundos deseos. Pero pesimista él, sabía que sólo era eso, un sueño, todo en su vida era sólo un conjunto de sueños, y claro… como para no ser pesimista, si su vida era un tormento. Y no crean que me refiero a que padecía hambre, frío o alguna otra necesidad básica para desarrollarse como individuo, él anhelaba otro tipo de cosas; un abrazo en un momento apropiado significaba mucho más que algo de dinero, pero obvio para esta historia es que ese abrazo nunca llegaba en el momento apropiado. Entonces no quedaba mas que seguir sumergiéndose en su tan temible pozo, y no sé si tan temible, porque ahí, en su pozo, nadie podría molestarlo, solo sus pensamientos, que lo manipulaban una y otra vez sin dejarlo huir, aplastando sus sueños de vida.
¡¡Un momento!! Por si no lo habían notado, sigo atrapado en el cuento. ¿Es que acaso soy el autor? ¿o el protagonista soy yo? ¡Ay! ¡Que dilema! Este mundo de adultos carente de utopías ha hecho que mi inconsciente quiera vivir en el cuento.
Quiero estar en ese espacio virtual, quiero soñar con las palabras y deseo zambullirme en esas sensaciones placenteras. Es demasiado duro seguir afuera, allá los grandes ya no hablan de sus sueños. Quizá porque no tienen tiempo o no quieren tenerlo… porque el frío egoísmo les congeló su lado creativo, los atrapó y de tanto consumir… se han consumido a sí mismos. Pero definitivamente me rehúso a ser como ellos. Al menos por este instante quiero seguir sintiendo esta adrenalina, este suspiro del alma que hace dar vuelcos el corazón y pone en funcionamiento conexiones de la mente y el cuerpo que no hubiera podido imaginar de otra manera.
En este laberinto de palabras, en estas idas y venidas de lo soñado y lo vivido, ahí me quiero quedar y ¿sacar una foto? No, una simple impresión no basta. ¿Congelar el corazón? Quizá eso sí, para que no sea consumido por la imaginación y no se dé cuenta que todo fue vana ilusión.
Mejor quizá, borro. Borro las líneas que me hacen doler. Borro los personajes que me traen conflicto. Borro el malévolo sistema del mundo que los atrapó a los chicos y a mí. ¡Basta! Ya sé lo que voy a hacer ¿qué tantas cacerías y qué tantas utopías? Me voy a cazar mariposas. Voy a atrapar a estas que recorren mi sistema porque las utopías son muy grandes, el problema es: cuando atrape las mariposas ¿qué hago? ¿Las echo fuera? O ¿les pido, les suplico que me envuelvan y me lleven a volar?
Cuando parece que consigo respuestas… las preguntas cambian y me aturdo de nuevo.
Pero… ¿qué digo? Un ataque de puro pragmatismo no puede robar mi alma idealista. Acabo con el delirio y me salgo del cuento. Punto y aparte.
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De pronto en estos chicos había encontrado algo diferente, no se hablaba de modas ni se presionaba con la imagen, no eran consumistas….solo devoraban palabras y saboreaban poemas. Parecía increíble que existiera un grupo así, hasta a veces soñó que eran una confraternidad de defensores de las palabras, un grupo con sus códigos y sus secretos, una cuasi secta llena de mística. Las palabras tenían sabores cuando las leían y las escribían ellos, se disfrutaban de tal modo que hasta producían placer, había cierta complicidad entre lo dicho y lo no dicho, entre la expresión y la entonación que las hacía danzar por el aire y alterar sus sentidos. Una vez superado el miedo por el que atravesaba a la hora de decidir o no si se dejaba llevar por el grupo y se comprometía del todo a asumir los derechos y obligaciones que éste demandaba pudo entrar de lleno, puedo ver lo que se sentía compartir sus propiedades intelectuales con el resto – que ya dicho antes, eran personas como él, diferentes quizá, pero con el mismo propósito: que las palabras no vaguen por el espacio, sino que formen el medio de comunicación que todos ellos ansiaban tanto --.
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Y las mariposas por fin vinieron a rescatarme, me dejaron tirado en una nube porque desde arriba se veían mejor las cosas, era cuestión de cambiar un poco de perspectiva. Desde aquí veo a los grandes y monstruosos símbolos del poder… tan pequeños que hasta me dan risa y lo pequeño tan diminuto que me enternece. Ja, ja, ¡por fin quebré el encierro! ahora me siento libre para seguir, pero mi viaje sigue en las alturas y los dejo con el cuento y las palabras para ver si por fin logran zafar del laberinto infernal en el que quedaron atrapados. Y de verdad, no hallo manera de decirte relájate y disfruta, la vida es bella. Párate sobre tu nube y respira profundo. Adiós.
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Muchos desafíos atraviesa una persona al buscar su camino en la vida, un camino que tiene que construir, elaborar pasito a paso. Es complicado, y más aún cuando su mente lo golpea, más aún cuando su corta edad no lo deja ver de forma nítida lo que se le presenta en frente. Todo es un desafío, muchos desafíos que se cruzan en la vida, como lo que le pasa a este chico, a estos chicos, miembros de esta red que trataba de unir sus palabras. –
-- Estos desafíos resultan difíciles, pero son nuestros. Son muchos. Y el primero es hablar por los que no tienen voz – dijo la abuela, dándoles valor para enfrentarse al mundo real.
-- Hasta ahora, cada uno ha logrado poner en sus palabras miles de sensaciones, imágenes y aún sabores, de esos amargos que han lesionado la inocencia de cada uno de ustedes. Pero mis amigos, no podemos quedarnos sólo con eso, levantemos la mirada y veamos juntos al sediento, al hambriento, al que aún no encontró sus palabras, al que vaga sin rumbo ni dirección porque le robaron las ilusiones cuando era muy pequeño. Continuó la abuela.
Quizá la alegría de hacer cosas chiquitas por otros nos ayude a encontrar el verdadero sentido de nuestras vidas. No quita lo anterior, no soluciona los problemas de la humanidad, no borra las tormentas de la memoria, no para el calentamiento global… Pero al menos para un olvidado, un otro, un nadie habrá una sonrisa inesperada que como un rayo de luz iluminará su cara… aunque sea por un instante.
-- Bueno chicos, nos vamos de viaje, lleven sus libretas de notas, armen su equipaje y saquen los boletos.
-¡Qué emoción!
- ¿Dónde vamos?
- Donde nos lleve el viento.
-¿Cómo que donde nos lleve el viento? ¿Y si me lleva de nuevo a mi casa o me encierra de nuevo en la escuela?
- Vamos, ¿qué más nos puede pasar?
Pronto estuvieron listos para partir. Cada uno con sus temores. Cada cuál con sus ilusiones. Pero decididos por fin a convertir cada sílaba en acción.
Ya arriba de una nube, en realidad encima de una tormenta, saltando relámpagos y acariciando rayos sentían que todo lo maravilloso estaba a su alcance. Primer parada, nuestro chico se quedó en África Subsahariana. ¡Qué calor! Bueno, a ver, empecemos con una palabra bonita: Hola. Bastó decirla para darse cuenta que nadie sabía lo que él intentaba decir. Y bueno, no era tan grave para él. Él ya estaba acostumbrado a que nadie entienda lo que él decía o intentaba decir, lo que él sentía, lo que llevaba dentro y no podía explicar con simple palabras.
Pero sabía que éste era un lugar diferente, un lugar nuevo donde quizá sería más fácil abrirse ante gente desconocida, sólo quedaba averiguarlo; conocer el paisaje a su alrededor, las cosas que traía consigo este nuevo espacio, que esperaba fuera más amplio que su mente.
Ahora sí, sentía la posibilidad de liberar su cabeza, de ir mas allá de su propia introspección, de dejar viajar a sus ideas por todo el lugar, recorriendo cada rincón de este mundo totalmente extraño para él. Y puedo llenar sus ojos del más bello atardecer, pudo dejar que descanse en su piel la más tierna brisa del desierto, pudo dejar que florezca en su rostro la más profunda sonrisa al oír el más perfecto silencio que afloraba a cada momento por cada centímetro de aquel tan lejano espacio donde podía acariciar la felicidad nuestro tan querido personaje. Pasó un poco de tiempo y él siguió soñando, haya lejos, en aquel desierto… lejos de todo, excepto de él.
Y un día cualquiera, mientras una pizca de viento le susurraba al oído que estaban solos en aquella inmensidad aparecieron junto a él, sus compañeros de viaje, ellos, los cazadores de utopías. Dispuestos a crear con sus palabras, sabiéndose capaces de alcanzar su sueño, un sueño modesto, que consiguiéndolo se sentirían más que felices. Ellos no querían fama, ni dinero, sólo querían ser. Que la realidad los deje ser, los deje ser sueño por siempre, pero un sueño convertido en realidad. Un sueño predispuesto a convivir con lo real, un sueño propio de este chico y sus amigos, que querían llegar a donde nadie había llegado antes en estas latitudes… al corazón de las personas, movilizándolas desde su lugar para que de una vez por todas este mundo lleno de odio, lleno de maldad, lleno de nada mirara mas allá del ojo de la cerradura de su mente, un mundo acéfalo al que nada mal le vendría soñar un instante y dejarse llevar por la brisa que generaban dentro de él las palabras de estos chicos. Que por siempre irán tras lo que desean… cazando toda aparente utopía.
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