Todos los seres humanos somos desiguales desde el punto de vista anatómico, fisiológico, bioquímico y, sobre todo, psicológico. Talentos y potencialidades distintas naturalmente conducen a resultados diversos. Como los bienes no crecen en los árboles, en una sociedad abierta la institución de la propiedad privada permite que la producción se ubique en las manos de quienes son más eficientes para atender los requerimientos de terceros. Los cuadros de resultado muestran quiénes dieron en la tecla a través de ganancias y quiénes incurren en quebrantos como consecuencia de que erraron respecto a los gustos y preferencias del prójimo. Esta situación da como resultado diferencias de rentas y patrimonios que, a su vez, permiten que las consiguientes tasas de capitalización incrementen salarios e ingresos de todos. Cada uno puede actuar conforme a sus creencias y resolver lo que está a su alcance enmendar; sin embargo, se prefiere recurrir a la primera persona del plural y convertir el asunto en algo abstracto y grandilocuente. Comodamente instalados en sus poltronas, estos personajes de pacotilla pretenden defender sus posesiones con el célebre todo o nada: es sabido que un buen modo de eludir las propias responsabilidades y no hacer nada es vociferar que se debe encarar la absoluta totalidad del asunto. El dictum anglosajón viene muy al caso: Put your money where your mouth is. En prácticamente todas las campañas electorales se promete la “redistribución de ingresos”; es decir, volver a distribuir por la fuerza lo que en el supermercado la gente ya hizo voluntaria y pacíficamente. Por esto es que las nivelaciones crematísticas surgen de un proceso impuesto y artificial tipo en la isla-cárcel cubana. Son los megalómanos de siempre que pretenden rediseñar al ser humano y convertirlo en un imaginario “hombre nuevo” para lo cual se cercenan libertades, se destrozan vidas y se instaura un sistema de miseria ge-neralizada, excepto para los autócratas de turno. Se toma la riqueza como si se tratara de una cantidad dada y, para usar la terminología de la teoría de los juegos, se considera que estamos frente a la suma cero: lo que tiene uno es porque no lo tiene otro. No parece percibirse que se trata de un proceso dinámico y creativo en el que se expande la producción en cada transacción libre y voluntaria donde las dos partes ganan, a diferencia de lo que ocurre en un asalto a un banco por el que el ladrón obtiene lo que se le ha robado al banquero. Esto mismo sucede con los empresarios prebendarios que saquean a la población vía sus negocios en las sombras de los despachos oficiales. Anthony de Jasay refuta la conclusión tomada de la metáfora del deporte cuando se sostiene que todas las personas deben “largar” en igualdad patrimonial en “la carrera de la vida” y, cada uno, por sus propios méritos, llegar a la posición que hayan sabido conquistar. Muestra que este correlato es autodes-tructivo, puesto que el esfuerzo en la carrera es para trasmitir recursos a la generación siguiente; lo cual, en aquella situación, no resulta posible debido a que habrá que nivelar nuevamente a la llegada de la susodicha carrera con lo que se coartan los incentivos del evento. Por esto es que un impuesto confiscatorio a la herencia es el método más contundente para arrancar de cuajo toda posibilidad de ahorro. La llamada igualdad de oportunidades es incompatible con la igualdad ante la ley. Si a un amateur en tennis se lo enfrenta a un profesional y se pretende otorgar “igualdad de oportunidades” habrá que obligar al segundo a que juegue con el otro brazo y así, sucesivamente. La igualdad es ante la ley no mediante ella; de lo que se trata es que todos tengan mayores oportunidades puesto que, en la medida en que se pretendan nivelar, se elimina la igualdad de derechos con lo que las oportunidades serán todas menores.
*Doctor en Economía.
Típica opinión de compañero tipo de la agraria, que me deja esa sonrisita mientras en silencio me pregunto ¿cómo pueden pensar esto? Igual.. ni ganas de decir lo que pienso, pero es fácil de suponer..
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