sábado, 7 de febrero de 2009
Propia tropa-Eliaschev
El escrache a ciudadanos argentinos reitera un procedimiento que nunca condenó ni combatió el matrimonio presidencial, pero la reciente serie de actos anti israelíes en Buenos Aires y las embarazosas y confusas declaraciones del Gobierno, requieren mirar a Caracas. Una entidad para-oficial venezolana, Aporrea, que “se identifica con el proceso de transformación revolucionaria y democrática de Venezuela”, propone los métodos que orientan los escraches locales de las últimas semanas y apoya al presidente Hugo Chávez, para “contribuir a la profundización del proceso revolucionario de transformación de la sociedad, así como a la defensa y afianzamiento de las conquistas contenidas en la constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en el camino hacia la construcción del socialismo”. Nacida en 2002 dentro de la Asamblea Popular Revolucionaria “para enfrentar la ofensiva golpista de la burguesía venezolana contra el gobierno del presidente Hugo Chávez”, Aporrea se declara explícitamente defensora del “proceso revolucionario” y se ufana de haber defendido “en los más crudos momentos al gobierno del presidente Chávez frente a la conspiración oligárquica-imperialista”. Propone denunciar con nombre y apellido a los grupos judíos de poder en Venezuela y boicotear sus empresas. “Como a estos hebreos sionistas les duele más el bolsillo que cualquier otra cosa (incluyendo Jehová)”, exige no comprarles sus productos ni acudir a sus locales comerciales, incluyendo a las transnacionales “vinculadas al régimen sionista de Israel” (Citroën, Nestlé, McDonald’s, Adidas, Nike, Zara, Revlon, General Electric, Coca-Cola, Walt Disney, IBM, etc.). Proponen cerrar las escuelas judías, porque “no es posible la existencia de un Estado dentro del Estado” y convocan a concentraciones públicas masivas y periódicas, no solo frente a la embajada de Israel, sino también a las sedes de las organizaciones judías de Caracas, incluyendo sinagogas y “cualquier espacio donde se defiendan y promuevan los intereses sionistas”. Quieren “emplazar públicamente a todo judío que se encuentre en cualquier calle, centro comercial, plaza, etc., a que tome posición, vociferándole consignas a favor de Palestina y en contra del estado-aborto (sic) de Israel”. Proponen nacionalizar y confiscar empresas y bienes de judíos sionistas y enviar a los palestinos armamento básico y sofisticado para combatir a “las huestes sionistas”. Planifican denunciar los “mitos y verdades del supuesto holocausto u holocuento judío (verdadera industria de la lástima chantajista y el sentimentalismo de baja estofa) aplicado por los nazis alemanes, por su carácter fuertemente dudoso, tergiversador y cuestionable”. La semana pasada, en el escrache al empresario Eduardo Elsztain, el cabecilla Juan Carlos Beica le dijo a Radio 10 (¿dónde si no?): “Vamos a ir a las oficinas de las empresas, al lugar donde se esconden las ratas, a escracharlos, pero si es necesario a tomar esas oficinas, a rodearlas y bloquearlas exigiendo ahí, en el nido de ratas donde están los capitales sionistas, que se retiren de Gaza”. Cuando el presidente de la DAIA, Aldo Donzis, denunció que la ola antisemita, “no registra precedentes desde el retorno de la democracia en nuestro país”, el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, tuvo una singular reacción. “La Argentina no es un país antisemita” se defendió y, como siempre, aseguró que “se iniciará una investigación frente a la manifestación que haya (sic) tenido gestos antisemitas”. Donzis dijo algo grave y evidente: “los medios de comunicación difunden arengas antisemitas en concentraciones callejeras, que anuncian que irán a buscarnos a las empresas y oficinas. Ya comenzaron, encapuchados y armados con palos, amenazando a dirigentes comunitarios frente a la propia sede de la AMIA y la DAIA, centro neurálgico de la comunidad judía argentina, que fuera volado por los terroristas en 1994. Es inaudito e intolerable que ello ocurra y que no merezca el repudio y la condena pública, así como la actuación de oficio de la justicia frente a flagrantes violaciones a la Ley Antidiscriminatoria”. Penosamente, la UCR, la CC, Cobos y los socialistas no condenaron los escraches y centenares de pintadas insultantes contra judíos argentinos. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no las ha tapado. Ningún fiscal del Poder Judicial inició acciones legales. Según Fernández, el Gobierno no avala a Luis D’Elía. D’Elía compara a Israel con los nazis, pero el Comité Judío Americano (AJC) no lo considera funcionario kirchnerista. La responsable del AJC para América Latina, Dina Siegel Vann, simpatiza con los Kirchner y lo proclama en sus periódicos desembarcos en Buenos Aires, ante la molestia de la comunidad judía argentina. Un informe del AJC entregado en la embajada argentina en Washington “reconoce” el trabajo del Gobierno en ese sentido. D’Elía, que trabaja habitualmente para los gobiernos de Irán y Venezuela, se veía viajando a Gaza con la ayuda del Gobierno a las víctimas palestinas. Para él, gobierno de Israel es “de derecha casi filo nazi”. Para Fernández, la Argentina “es un país de libertades y las minorías pueden hacer uso de ellas. Nosotros como gobierno, la estudiamos y analizamos para ver si violan o no la ley vigente”. Según él, sólo hubo “manifestaciones desafortunadas” hacia la comunidad judía en esas marchas contra Israel. Vertical, la jefa del INADI, María José Lubertino, volcó malamente. Primero anduvo diciendo que “investigaría” pintadas y expresiones en marchas públicas, pero se negaba a condenar los escraches y acusaba a Israel unilateralmente de “violar el derecho internacional”. Horas antes había evitado censurar los episodios de antisemitismo: “no somos un organismo opinador”. La funcionaria creía serle fiel a un gobierno donde a D’Elía no lo desautoriza ni censura nadie, en la Casa Rosada, en Olivos, ni en El Calafate. Pero fue al final fue ella la reprendida, y públicamente, por Sergio Massa. Los comentarios del responsable de la seguridad interior son notables. Estos hechos, dijo, “no se pueden aceptar”. Recordó que “el exterminio que sufrió el pueblo judío durante el siglo pasado tuvo como antecedentes manifestaciones de odio como las que ocurrieron en las últimas semanas”. ¿Y lo de las ratas sionistas? “Un despropósito demencial”, opina. Sin embargo, entrevistado por Radio 10 (¿por quién, si no?), el tipo que encabezó el escrache contra Elsztain dijo que llamaba “ratas” a los judíos argentinos como “una calificación política”. El argentino Elsztain es tesorero del Congreso Judío Mundial, fundado en 1936. País trágico la Argentina, donde se dice una cosa y se hace la otra, mientras casi todos miran para otro lado y se callan.
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