Detesto un mundo en el que se culpó a un pueblo de causar todos los males de la humanidad por ser más fácil que reconocer los propios defectos y juntos llegar a una verdadera solución. Detesto un mundo en el que un pueblo perseguido y humillado deba esconderse, tenga la intención de irse para no molestar, de irse para que ya no lo puedan responsabilizar de lo que nunca hizo, de unirse y formar un estado de ellos, para ellos; donde puedan vivir y sean considerados personas, al menos por ellos mismos.
En este mundo nació Israel, hijo de un pueblo cansado de ser la excusa de los errores de pueblos cobardes. Nació como la mejor solución para todos, podían estar contentos los que odiaban a los judíos, ya no tendrían que verlos más; y estaríamos contentos nosotros, al no tener que cruzarnos con quienes nos odian por el hecho de existir, sin siquiera darnos la oportunidad de hacer el mal. Pero la tierra que alguna vez fue de nuestros antepasados, antes de que fueran expulsados, ahora estaba ocupada. Ocupada por familias que consideraban ese lugar también suyo. Ninguno quiso compartir las tierras, nadie creyó posible convivir: nosotros teníamos miedo, el mundo había demostrado que nada le valíamos, y que solo dependíamos de nuestra fuerza. Ellos solo observaron un invasor que les sacaría las tierras en las que crecieron. Entonces empezó una guerra eterna.
Las guerras son el recurso de los que no tienen palabras. En las guerras no gana la razón, triunfa el más fuerte. En las guerras, las causas justas son solo las de uno, pero esto es para los dos bandos. Tuvimos que luchar para poder erigir nuestro estado, el estado que nos salvaría del odio del mundo. Tuvimos que luchar para poder crecer, tuvimos que luchar contra la naturaleza, la suerte, las probabilidades y contra otros hombres, que defendían su causa. Esto último costó muchas vidas, vidas jóvenes que dejaron sus sueños de lado para que la utopía de todos nosotros pudiera ser una realidad. Ellos fueron héroes; pero los héroes no deberían existir. Los héroes son el estandarte de los pueblos débiles, que aclaman lo que ellos no se atreven a hacer, que los dejarán morir o los dejaron morir gritando solos la verdad de todos. Los héroes no existen en un mundo ideal, donde no es necesario morir por lo que creemos justo. Pero el mundo ideal, otra vez, se esconde atrás del horizonte.
Hoy recordamos a los que nunca debieron haber muerto. Me gustaría que ese sea el verdadero recuerdo, nunca olvidar a los que nunca deberían haber muerto. Porque eso abarca a todos los que murieron luchando por una causa; la causa de un estado nacional que es la nuestra, la causa de defender la tierra en la que viven, que es la de los palestinos. Muertes hubo de los dos lados, no quisiera decir que asesinos también. Y pido que se recuerden todas las muertes porque no hay muertes que valgan más que otras, y eso es porque no hay vidas que valgan más que otras; la vida es todo lo que tenemos, es sentir y es conocer, es soñar y es aprender, y todos merecemos la vida porque nadie es más que nadie. Los problemas no se resuelven eliminando al otro porque entonces nunca sabremos quién tenía la verdad. Aunque lo más probable es que ninguno la tenga, la certeza no es una buena excusa para matar. Los hombres se refugian atrás de causas comunes, cuando deberían estar delante de ellas.
Entiendo que Israel sea un país necesario, pero creo en un mundo mejor, donde no exista odio, donde no exista racismo, donde todos podamos juntos construir una sociedad justa, basada en el amor, la tolerancia, la comprensión. Palabras tan repetidas pero que tan pocas veces logran penetrar en nosotros. No debemos olvidar que nuestro objetivo es el mundo ideal, donde no necesitemos un refugio donde encerrarnos, donde la tierra sea patrimonio de la humanidad, donde no se dude del otro. Esa es la clave, hay que confiar en el otro. Porque no hacerlo, tal vez sea desconfiar de nosotros mismos.
Entonces no hablaremos de paz, porque no será necesario. Algunos niños se sorprenderán al estudiar lo brutos que eran sus abuelos y bisabuelos, que se peleaban por dinero; que trabajaban mucho para disfrutar un poco; que se mataban por lo que ellos consideraban justo, sin preguntar nunca antes por qué, sin dudar de lo aprendido, sin considerar que lo justo puede no ser lo mejor; creyéndose mártires al morir por su verdad, cuando lo necesario no era morir: solo hablar, solo ver los ojos del otro, solo darse la mano y juntos trabajar. No olviden que nuestro enemigo debe ser la ignorancia de los que creen que hay personas inferiores a otras, la certeza de que la fuerza es la razón, el placer de sentirse parte de un odio colectivo, los oídos sordos de almas encarceladas; pero nunca las personas. Ellos son tan culpables como nosotros.
No hablo de olvidar, pero tampoco de rencor. Hablo de caminos que nos lleven a la paz. Una paz en la que estemos todos. Y juntos. Donde los muertos no tengan sentido y no sean héroes. Donde la bondad sea más que el valor. Pero sabiendo que los que dieron su vida, en este momento, estarían junto a nosotros, contando una historia sobre muertos que alguno soñó.
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2 comentarios:
Creo que la foto va a ser hacia delante o hacia atrás según como uno quiera verla. Tuve la misma suerte que vos, mis padres escuchaban Serrat y ahora son lindos recuerdos.
jajaj xD significa: "sonidos relajantes y perturbantes al mismo tiempo...
Paisajes incómodos...
Qué está tratando de decir?
De cualquier forma, me esta hablando a mi?"
Besitos!!
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