El cocodrilo estaba atrapado en una red junto al río. En eso pasó un niño que escuchó su queja.
-Niño, apiádate de mí. Libérame de esta trampa.
Mira, tal vez yo sea feo, dientón, pero no es mi culpa, así me hizo la vida. Sin embargo, tengo un corazón maternal, vine a buscar alimento para mis hijos y quedé atrapado en esta red.
-No puedo soltarte –contestó el niño-, tú me atraparías y me comerías entero.
-No digas eso, por favor ¿Tú crees que yo le haría eso a mi benefactor? –contestó el reptil.
Y pasó lo inevitable. El niño se dejó convencer, liberó al cocodrilo y éste inmediatamente lo atrapó para devorarlo. Evidentemente el niño se quejó y le reclamó:
-¿Cómo me haces eso a mi que me compadecí para liberarte?
-Bueno, compréndeme. No es nada personal, pero necesito comer para vivir, así es el mundo y esta es la ley de la vida.
El niño no estuvo de acuerdo y a su vez lo convenció de consultar con los otros animales, para ver si así era el mundo y si esa era la ley de la vida.
El niño les preguntó a varios animales siempre con el mismo argumento:
-Yo le salvé la vida al cocodrilo y él me quiere comer, ¿acaso es así la vida?
El pájaro le respondió:
-Por desgracia así es. Mira, la víbora se comió a mis polluelos cuando les traía comida, grité y grité para salvarlos y nadie me escuchó.
Luego, un burro corroboró lo mismo:
-Yo de joven trabajé y trabajé hasta que me hice viejo. Ahora mi amo me avienta a la selva para que me coman los lobos; así es la vida.
Luego pasó el conejo y se le ocurrió esta idea antes de darle al niño su opinión acerca de quién estaba en lo justo, el reptil o el niño.
El conejo pidió que el niño fuese liberado para poder dictaminar. El reptil se resistió, pero luego accedió porque estaba seguro que le darían la razón, ya que así es el mundo.
Sin embargo, en el momento que el niño fue soltado, el conejo le gritó: ¡corre!, y los dos huyeron.
Después, ya lejos, el conejo les sugirió que fueran por ayuda para matar al cocodrilo para alimentar a los viejos y los niños principalmente.
El niño fue por los leñadores para que mataran al cocodrilo.
Sin embargo, junto con aquellos leñadores iba el perro del niño, el cual tan pronto vio al conejo se le aventó al cuello y de una mordida lo hirió. Y la historia quedó firmada con sangre. Antes de morir el conejo le dijo al niño:
-Ya ves, niño, antes no te lo quise decir, pero el cocodrilo tenía razón: así es el mundo y esa es la ley de la vida.
Moraleja de la historia: la justicia no existe. Solo existe como palabra en el diccionario. En la vida real, no. Nadie está obligado a devolverte amor, amistad y agradecimiento a cambio de lo que tú le das. Pocos lo harán. Deja la vida ser y disfrútala como viene.
Autor desconocido
Linda historia, no? Aunque, la moraleja es un tanto triste. Te deja... razonando, zumbando algo dentro de nuestra cabeza. O al menos asi fue dentro de la mia. Es que, en realidad, muchos creen que asi es la ley de la vida. No hablo de todos, porque se que muchos no, porque se que al menos yo no; pero pienso... cuantos hay que no les importa el otro, que no les importan los sentimientos, las buenas acciones... Me pregunto cuantos de nosotros nos jugariamos por alguien que queremos, o por alguien que ni siquiera conocemos, pero que sabemos que vive una injusticia. Me pregunto hasta donde llega nuestra bondad, hasta donde somos más que el cocodrilo, que prefirió no hacer caso a los valores y se conformó simplemente con tener la razón, con saber que si bien no estaba seguro de que eso este bien, al menos sabia que tenía razón, le importó simplemente que la ley de la vida se lo permitiera.
Tal vez sea verdad, ésa, debe ser, la ley de la vida. Pero, no es justa. Nosotros, yo, vos, sabemos que no es justa. Las leyes pueden cambiarse. Empezemos por nosotros.
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