El cuento que hoy les voy a contar lo encontré entre muchos otros cuentos infantiles, pero se diferencia en algo del resto. Empieza, claro, con “había una vez” y habla de forma simple, pero el final no es de lo más feliz. El cuento dice que había una vez un joven que quería cambiar el mundo. Soñaba con un mundo en donde todos tuvieran igualdad de oportunidades, en que se valoren las personas, el esfuerzo, no lo que ellas producen. En que lo importante sea el ser, y no su dinero. Y pensó un plan para lograrlo. El plan era simple, y se preguntó como a nadie se le había ocurrido antes. Consistía en que los albañiles construyeran las casas a los que no tenían, en que la comida se repartiera entre todos, en que los escritores solo se sentaran bajo un árbol y alegren con sus frases a los caminantes. El plan era dar, tan solo dar. El médico curaría a los enfermos, el maestro enseñaría a quien quisiera aprender, el campesino daría sus frutos. Todos harían algo por los demás, lo que mejor les saliera, porque todo sirve; y sobraría tiempo, para hacer lo que más le guste a cada uno. Le gustó mucho su plan, y pensó entonces como llevarlo a cabo. Calculó que si les contaba a todos sus amigos y familiares, y éstos a otros amigos y familiares, y así, en poco más de un mes el mundo ya se habría enterado, y empezaría a cambiar.
Salió entusiasmado a buscar a sus amigos, para contarles el plan. Al encontrarlos se los relato, y espero su respuesta. A uno le pareció una muy buena idea, y prometió ayudarlo. Pero otro dijo no creer en la bondad de los hombres, y que el plan fracasaría. Y otro dijo que tenía su casa, su comida y su cama, y qué si otros no lo tenían, que se arreglen, no era problema suyo haber nacido ahí. Y el último dijo que le parecía bien, pero que tenía que hacer los deberes y además quería jugar. Y así acabo el plan que hubiera cambiado al mundo.
Y ese es el final, tal vez el esperado. Porque nadie hubiera creído que el joven lograba cambiar el mundo de esta forma. Pero ustedes escucharon lo que el joven les quería decir… ¿qué van a hacer, entonces? Pueden no confiar en la bondad de la gente, y creer que son los únicos buenos. Pero, créanme, todos somos buenos. Pueden ir ahora a sus casas, sentarse en su sillón, comer algo, pensando que ustedes no pueden hacer nada por los que no tienen casa a donde ir, sillón a donde sentarse, o algo que comer, o tal vez que no les corresponde preocuparse por eso. También puede ser que no les parezca lo más importante, y se pongan a mirar tele, o a escuchar radio, o a jugar a las cartas; porque al fin, esto solo es un cuento infantil, esto es solamente un sueño adolescente.
O pueden creer que puede existir un mundo mejor, y salir a gritar por las calles que dentro de un mes todo cambiará, contárselo a todo el mundo. Porque si vos te convenciste, no te miento al decirte, que todos creerán en un mundo mejor.
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