sábado, 22 de marzo de 2008

Internos

Domingo. El momento antes de que tu vida cambie por siempre. Sentado, esperando. Ves tu casa, tu pieza, el mundo que todavia conoces. A partir de hoy dormirás en otra cama, en un lugar muy distinto. Miedo, ansiedad. Ganas. Nada de lo que imaginaste va a ser real, sin embargo. Todo va a ser mejor. Y pronto irás sabiendo que todos se sentían así. Y hablarás con alguien que tiempo después dirás conocer, y los días irán pasando y tendrás amigos, aventuras y algo que pensar antes de dormir. Aunque siempre pienses en volver, de a poco vas a ir queriendo quedarte allí, porque ahora tus cosas cambiaron de lugar. Entonces te olvidarás del miedo, de las ansias, de la primera impresión y de aquellos momentos. Y vas a crecer sin darte cuenta, y de a poco aprenderás a querer. Y vas a descubrir a grandes amigos, y vas a llorar a veces en soledad. Y vas a enamorarte y no decirlo, y vas a conocer lo que no te dicen sobre lo prohibido. Vas a soñar y reir, y tu lugar será este, aunque hables de volver cuando ya nadie te crea. Y de pronto sin darte cuenta supiste que se puede hablar en silencio, junto a esa gente que lo dice todo; lo comprende y lo entiende todo mirando a los ojos. Y cuando te sientes en el lugar que ya no se parece a aquel que creíste ver un domingo, y cierres los ojos y estes solo y mires para atrás, verás cuánto creciste, como cambiaste, en esta escuela que enseña a vivir.
En algunos lugares empiezan las clases. En la agraria, empiezan miles de historias; que pocos entenderán cuando las intentes contar.

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