Volcar todos los domingos las charlas con mi terapeuta en esta columna tiene dos beneficios enormes. El primero es recordar lo hablado en sesión. El otro es poder recibir —a partir de figurar mi dirección electrónica— la reacción de los lectores. Porque tal como lo expresé en más de una respuesta, dada a cada uno a vuelta de correo, desde hace tiempo entendí que escribir o, mejor dicho, hacer periodismo, es para mí mucho más una forma de comunicación que de expresión. Por eso, tanto en el elogio como en la crítica, ese canal abierto con los lectores completa el objetivo.
Claro que hay críticas y críticas. Esta semana alguien que al parecer no piensa como yo, no es afecto a tolerar ideas ajenas, ni pretende expresarme cariño, me escribió "Tus opiniones en Clarín son una basura. Meterte a criticar a una mujer sólo porque está a favor del Proceso Militar. Demostraste que sos un enano zurdo. Somos muchos los que pensamos como ella y también lo reivindicamos. Y no somos hipócritas. El Proceso no prometía democracia. Fue un gobierno de facto necesario. Y si no hubiese sido por el error que se mandaron con Malvinas, se tendrían que haber quedado más tiempo y no entregar el mando a políticos progres".
El mail seguía: "Ahora todos se hacen los giles. Ahora todos dicen: 'se les fue la mano'. Son unos tremendos cobardes, al terrorismo había que aniquilarlo. Torturar y desaparecer terroristas no es ningún crimen…"El mensaje era bastante más largo y debo admitir, para dejar a salvo los fueros literarios del autor, que algunos adjetivos fueron suavizados por fidelidad al buen gusto.
Sin embargo en sesión, con esa libertad que da el no ser escuchado por otros, le trasladé a mi terapeuta, a menos de una semana de cumplirse 30 años del golpe militar del 24 de marzo del 76, una pregunta imposible de responder, al menos para mí: ¿cómo es posible que aún existan argentinos que reivindican esa etapa funesta para todos?
Aún para aquellos que piensan que torturar, violar y matar en lugar de juzgar no es un delito, habría que recordarles que los bebés nacidos en cautiverio y usurpados mientras sus madres estaban detenidas, eran inocentes de toda militancia y merecían estar con sus verdaderas familias.
Explicarles, además, que unos adolescentes reclamando el boleto estudiantil no son subversivos peligrosos. Categoría a la que tampoco se entra por ser dirigente gremial, ni religioso preocupado por los desposeídos, ni abogado defensor de los derechos humanos.
Enseñarles también que el saqueo de las viviendas de los secuestrados y la escrituración a nombre de los captores no es parte de la reorganización nacional.
Informarles que además de avasallar los derechos humanos, intentar aniquilar la cultura, masacrar todo tipo de libertades y garantías individuales, los responsables del Proceso militar obtuvieron otro logro: destruyeron la economía multiplicando la deuda externa alentando la importación indiscriminada.
Por eso, por un momento pensé que para ayudarlos a recapacitar, al justo reclamo de madres y abuelas pidiendo aparición con vida para los desaparecidos, deberíamos agregar:
Aparición con vida a tantas fábricas cerradas por una política de entrega.
Aparición con vida para millones de puestos de trabajo.
Aparición con vida a la cultura nacional.
Aparición con vida a la palabra nacionalismo sin que connote con fascismo.
Aparición con vida al orgullo de ser argentino.
Aparición con vida a todos los argentinos que se fueron al exterior por falta de trabajo y esperanza.
Aparición con vida a los jóvenes que desertaron de la vida política y la militancia por descreer de ella.
E, incluso, aparición con vida a unas Fuerzas Armadas poderosas e invencibles en su exclusiva tarea de defender a sus compatriotas, sin distinción de ideologías.
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