viernes, 28 de marzo de 2008

Atentado a la embajada

Texto escrito por el Personal de la Embajada de Israel en Argentina

Han pasado cuatro años desde aquel minuto fatal en que nuestra casa, la de Arroyo 910, voló por los aires. Dentro estuvo poblada de seres vivos y de intensos recuerdos. Pasos perdidos de los inicios de un Estado. Pasos de todos los que, diariamente, la recorríamos. Pasos que conocían nuestros crecimientos, nuestros alegatos, nuestras risas y nuestros interrogantes… Pasos de los que venían desde afuera y pasos de los que permanecíamos dentro… Después de aquel 17 de marzo de 1992 no hubo casa. Ni vida. Ni pasos. Hierros retorcidos. Papeles esparcidos. Seguridades violadas. Cuerpos destruidos por la barbarie asesina. Heridas que no cierran. Humanidades que deben ser cuidadas. Preservadas. Abrazos que no volverán a ser intensos porque duelen las costuras, desprolijas, de esos primeros auxilios que dejan marcas, constituidos en presentes eternos. Para los que habitamos esa casa, empezó el tránsito por una infinita cadena. Cada uno, los muertos, los sobrevivientes, los vivientes, constituimos un eslabón. Todos tenemos un lugar en una historia que nunca quisimos haber escrito. Nacieron algunos nuevos hijos mientras otros quedaban sin padre o madre. Vieron la luz nietos, que llegaron a este mundo sin algún abuelo o abuela.
Otros recibieron algún título universitario, sin poder compartirlo. No faltaron las vivencias de los viajes que no escucharon. Ni las risas que no se instalaron en aquellos infinitos compañeros de tránsitos inacabados… … Por eso la necesidad de constante memoria. De saber que cada uno tiene un nombre, para no olvidar. Para no caer en la banalidad de los números y los hechos. Para que el mundo recuerde que esto pasó. David, Eli, Eliora, Graciela, Beatríz, Marcela, Mirta, Raquel, Zehava… Algún árbol, alguna plaza, alguna placa llevan ya sus nombres… pero no es suficiente. Elevamos nuestra plegaria por los que fueron nuestros vecinos, transeúntes, peatones, ancianos, hombres y mujeres cuyos nombres conocidos o desconocidos permanecen. Nosotros, los sobrevivientes de la Embajada de Israel, pedimos a aquellos que no los conocieron, que sean solidarios después de esas trágicas muertes. Son huecos de amor …“Un lugar vacío cuya forma es su forma y cuyo nombre es su nombre”.
Pedimos que recuerden.
Especialmente porque toca vivir entre personas, muy queridas, que ya “pertenecen a la familia de los pájaros”.

1 comentario:

Cielo dijo...

perdoname pero ando en un apuro y no pude leer lo que escribiste :(
Pasaba a dejste un beso!! Y mucha suerte!