domingo, 18 de noviembre de 2007

Realidades

Encontré, bah, creó que Mauro lo encontró, un libro de educación cívica de hace bastantes reformas atrás. Y esta barbaro! Plantea muchas preguntas que ya no se hacen, temas que no se tocan en las aulas, cosas que se dan por hechas y que en realidad necesitan ser tratadas. Y bueno, entre todas esas cosas que ya iré escribiendo, encontré el siguiente texto:





La presente producción periodística de Cultura y Nación registra aspectos de la historia de una familia tucumana cuyos miembros emprendieron diferentes caminos frente al cierre de sus fuentes de trabajo, en 1966.





Antonio (Lules, Tucumán)





Acodado a la tranquera, Antonio Peralta discute con el dueño del campo, quien a venido a anunciarle el desalojo. Sin acercarse, los nueve hijos y la mujer miran asustados desde la casa. Las voces llegan nítidas en la penumbra del atardecer. "Su padre prometió que nunca nos iba a echar", dice Antonio. "Pero yo he vendido el campo y tengo que entregarlo sin gente adentro", argumenta el propietario. (...)


"Esta casa la levantó mi padre. Aquí nacimos todos los Peralta y ahora nos dejan a la descampada. Tendría que haber escuchado a la mujer y los hijos; ellos siempre quisieron convencerme que fuéramos a Buenos Aires. Y siempre dije que no, que mi padre fue cañero, que yo también lo soy y que uno debe morir donde nació. También he argumentado que ser pobre aquí o "allá" es lo mismo. Aunque a veces tengo que darles la razón; no tenemos un destino y es cada vez "pior".


"Eramos 14 hermanos pero con Ramón fuimos compadres, muy apegados desde niños. Cuando quedamos sin trabajo en el 66 él se fue a Buenos Aires y una sola vez volvió. Entonces nos distanciamos."


"Este año vino malo, de la cosecha no quedó un peso para ir tirando y encima quedarnos sin casa. Un día de estos llamo a la familia y les digo: tengo 60 años, empecé a trabajar a los 5 y no tengo casa, ni un caballo o algo; quien quiera irse tiene mi consentimiento. Yo me quedé y pienso que en lo posible viví bien, tuvé mis diversiones de joven, comida nunca faltó en la mesa, pagué el entierro de mis muertos, así mi padre, así mi madre... pero debo reconocer que de joven yo también me iría."





Los hijos de Antonio





A través de los medios de difusión, en especial la radio, reciben constante información de la cultura secular y parecen aceptar sus códigos pero sin poder darles una dimensión real. La idealización superlativa es Buenos Aires, y las despedidas a los que se van son verdaderas fiestas. Presenciar esos brindis y festejos asombra; pareciera que esa persona fuera a la conquista y todos estimulan esa partida como si también se fueran un poco cada uno de ellos.


Ninguno de los hijos de Antonio ha concluido sus estudios y su horizonte laboral sigue siendo ser cañeros para los hombres o personal doméstico para las mujeres, después de la zafra. La diferencia generalcional entre Antonio y sus hijos se nota sobre todo en lo que piensan. Ellos no tienen resignación ante ese presente de pobreza y están convencidos de que solo la ciudad puede darles otra posibilidad.





Ramón (Isla Maciel, Buenos Aires)





En el atardecer, la callejuela no parece conducir a ninguna parte. Se desdibuja en un horizonte de techos improvisados, antenas de televisión, medianeras de chapas oxidadas; un ámbito "neorrealista", de posguerra. Y por encima, el murmullo de la "otra ciudad": Buenos Aires visible en la cresta de sus monobloques, remarcando el aire fronterizo de la Isla Maciel.


"Mi padre decía que el pobre puede equivocarse en todo, menos al elegir mujer. Acá íbamos a ser felices. Recuerdo que cuando llegué compré esta casilla y mandé a llamar la mujer, que se viniera con los hijos. Ella enseguida se puso sirvienta en casa de ricos y se llevó al Oscarcito. Eso fue lo primero que me pasó en esta "ciudá".


"Allá, en Lules, la familia estaba unida, las hijas eran de obedecer. No bien entramos aquí fue como una estampida: las muchachas que se van, los hijos que se van, la mujer que viene los domingos como de visita. Solo la madre del muertito vive conmigo, y eso porque el marido la abandonó. Le recalco: allá éramos familia. Pobres, siempre sufriendo por poder poner comida en los platos, pero familia. Yo sigo en la villa porque en la ciudá nos miran como a bichos. "Son los negros", dicen.


"Los hijos-continúa Ramón-Dicen que allá no conocíamos tele, que éramos brutos, que ahora llega visita y uno puede ofrecer vino fresco de la heladera o encender la tele. También dicen que la electricidad, los bailes y mucho más. Pero yo no me adapto. ¿Es vida eso de tener que cerrar con llave?¿O que le den tres golpes a la puerta para pedir documentos? Como a ladrones, así nos tratan. ¿Y eso es vida? Yo a veces sueño con el cañaveral, se me mete en el pecho ese aroma dulce, y soy de nuevo un niño y soy feliz".





Jesús, hijo de Ramón





"Allá en Tucumán éramos como animales. Trabajar en la caña no tiene nada de divertido, y menos cuando a uno lo arrastran desde los 7 años. Mi padre no comprende que estamos mejor, no se adapta. "Nosotros somos los negros", dice. ¿Pero que debemos hacer, escondernos? Yo miro a mis hijos, los veo estudiar, andar vestidos como la gente, y sé que eso es suerte. Entonces se lo agradezco a Di-s. También sé que hay gente desperdiciada, voluntariosa, pero que no encuentra la forma de defender a su familia, que se dejan estar, pero en general todos vamos progresando.


"Yo he vuelto a Tucumán. He vuelto a visitar a mis tíos, el barrio, los viejos amigos, y encuentro a los que quedaron sin tener nada. Con más años, pero igual. Los niños en la cosecha y sin futuro. Entonces, comparando, uno está mejor. Tengo casa propia, tengo trabajo, familia y el orgullo de que nadie me regaló nada. Todo lo conseguí con empeño, y eso que al principio fue bien duro. Primero la vida en la villa, costumbres desconocidas, pero quien tiene voluntad se asimila."


"Del presente está el laburo mal pago, que no hay gobierno que nos ayude. Pero yo sigo, soy un Peralta y no me desdigo de los míos ni de mi pasado."


Fragmento del artículo "Derrotero de una familia tucumana", publicado en Clarín el 13-3-80




Bien. Lindo artículo, no? En realidad, puede plantear muchas cosas. Una de ellas (o no, pero es un tema del que me gustaría escribir asique no me importa si es o no) es la vida en un pueblo o en una ciudad, o un poco más profundo, la vida donde nacés o donde tal vez tengas una oportunidad.

(Este espacio que deja es una porquería, pero bueno, era "indispensable" el punto aparte) Me pregunto a qué llamamos vivir, o qué clase de vida es la que cada uno quiere. Siempre se suele relacionar a las ciudades como el lugar donde tenés todas las opciones: el cine, la gente, miles de trabajos, miles de cosas por hacer. Sin embargo, no llegamos muy lejos cuando intentamos nombrar las "miles de cosas por hacer". Siempre que voy a una ciudad, caminando por esas veredas atestadas de gente, pienso en las mil realidades que debe haber en esa cuadra, me imagino que en la misma cuadra habrá un enamorado, habrá un artista, habrá un asesino y tal vez un escritor. Me imagino a las mil cabezas pensando mil cosas, mil historias juntas en un solo lugar. Mil historias, que solo se cruzan, en una cuadra... pero nunca se van a juntar. Mil historias que solo pasan, que no miran al lado... mil personas por cuadra, pero ninguna sonrisa, ningún hola, ningún como estás?, ningún que necesitás?. Son mil personas que viven en su mundo y se cagan en el del resto... son mil personas que van a pasar y en tu vida solo van a ser una persona que paso, y que antes de cruzar la calle ya no te acordarás su color de pelo. Eso no es gente. Esas cuadras estan vacías. Y entonces, cuales eran las miles de opciones? Acaso... juegan al fútbol en la calle, o van a la plaza solos a los cinco años, o van a comprar el pan a los cuatro? Entre las opciones esta aprender a andar en bici en tu vereda, ir a jugar con tus amigos hasta la hora que quieras, no tener que viajar para visitar a las personas que querés? Entre las opciones figura usar la imaginación, maravillarse con los bichos, con los árboles, con el cielo, con las nubes, con la lluvia, con el mundo? Entre sus opciones estan los amigos del barrio, la vecina que no devuelve la pelota, las aventuras por el pueblo, el amor en algún baile? En su vida llena de oportunidades, algún vecino les dará una changuita aunque no la necesite del todo, alguien les dará una mano cuando se sientan mal, tendrás donde refugiarte en tu mar de gente... pero sin nadie en realidad? Vos decís que un pueblo es aburrido, que en un pueblo no hay nada... no hay violencia, no hay muerte, no hay miedo, no hay puertas cerradas, no hay candados en las bicis... los pueblos son tan aburridos como las ciudades, con una diferencia: cuando vos a la tarde no sabes que hacer, te pones a chatear con tu amigo que vive en la otra punta de la ciudad... yo lo voy a buscar. Cuando vos a la noche no sabes que hacer, vas a dar una vuelta, para no encontrarte con nadie. Yo también. Cuando queres tomar aire, prendes el ventilador. Yo salgo afuera. Cuando queres jugar al fútbol vas hasta un club. Yo voy al potrero de la esquina. La ciudad es igual al pueblo... solo que en mi pueblo, las luces no me impiden ver las estrellas, ni los edificios me tapan el sol, ni los autos enmudecen a los pajaritos... mientras en tu ciudad ves la tele, yo miro el atardecer. Y allá te morís de hambre como acá, y allá hay más trabajo y hay más desocupados, y allá hay más cosas, pero menos para hacer. Vos crees que crecer es tener una linda casa. Nosotros sabemos que crecer es vivir bien, y que vivir bien no tiene que ver con casas.

Y si la vida en tu lugar se volvió una mierda (puede ser...(aviso que cambio de tema, el resumen de arriba sería:¡Aguante el pueblo!)), cambiala. Cambia lo que halla que cambiar. No te vallas del lugar donde conociste tu primer novia, donde pateaste por primera vez una pelota, donde compartiste por primera vez un juguete, donde aprendiste que el cielo solo parece quedar alto, pero en la punta de un árbol podrás tocarlo. No dejes que tú lugar, ese lugar al que le conoces todas sus calles, al que le conoces todos los secretos, al que recorriste miles de veces siempre de diferente manera, siempre siendo otro, no dejes que un cualquiera transforme el lugar donde naciste, creciste, amaste, viviste, en una mierda. No te vallas, porque estas abandonando a quien te dio todo lo que sos. Y estas impidiendo que otros puedan vivirlo. Si no te gusta, cambialo. Pero no te vallas. Porque los que se van son cagones. Y son egoistas. Se van porque ellos van a estar mejor. Pero nunca entendieron que lo mejor debía ser para todos.

Y es probable que mucho de lo que halla escrito, además de no saber si ese "vallas" va con "y" o con "ll", no sean palabras para que le gusten a todos. Pero hasta que me prueben lo contrario, seguirán estando. Saludos!

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