viernes, 23 de noviembre de 2007
Violencia y miradas
Son las tres de la tarde. Floresta, barrio de Buenos Aires. Hace calor, poca gente en la calle. Una madre, joven, regresa de su trabajo. Ya está cerca de su casa donde la espera su hija de diez años. Piensa en que tiene que apurarse para darle de comer. Repentinamente un pibe de unos doce años se interpone en su camino. Tiene un arma apuntándole. “Dame la plata que tengas”. Está muy nervioso, ¿excitado?. La señora reacciona instintivamente y le toma la cara con las dos manos. “¿Qué necesitás?. ¿tenés hambre?, ¿querés para comer?”. En realidad está lejos de pensar lo que está haciendo, lo que dice. Mantiene sus manos en la cara del pibe que no baja el arma. ¿Lo acaricia? .“Justo voy a mi casa, sabés, tengo una hija de tu edad, a la que le voy a dar de comer”. “Caminemos”, contesta el pibe mientras guarda el arma. Recorren juntos una cuadra. “Andate”, le dice el pibe. La madre empieza a alejarse cuando el pibe ve un policía en la esquina cercana. “¿Me vas a denunciar?”. “No, no le voy a decir nada” tranquiliza la señora. “¿Sabés?” –dice el chico-, “te dejo ir porque me miraste a los ojos, a mí no me miran a los ojos”.
No se el autor, pero se publicó en la página de Autodeterminación y Libertad.
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