No van a llegar al gran concierto del amor.
Aprendieron las letras y las melodías en cassettes gastados, que dieron mil vueltas en grabadores cansados. Pero cuando el conjunto suba al escenario, y se enciendan las luces, y las chicas de suaves cabellos estiren sus blancos cuellos, ellos no estarán allí.
Ellos no le dirán: “Te Amo”. Practicaron una y otra vez las palabras, protegidos por la noche, frente a espejos rotos en los baños del ejército, con olor a desinfectante. Eligieron camisa, rasparon un poco más el jean, pusieron la foto debajo de la almohada. Pero alguien después le dirá esas palabras. Ellos no estarán allí. Ellos no se casarán jamás. No harán el viaje largo por el desierto amarillo. Las sogas para los paseos, no volverán al baúl del auto. La fogata no será encendida. La guitarra de madera adornada con calcomanías no será desenfundada, y nadie se olvidará de la segunda estrofa. Y cuando haya inundaciones en el desierto, ellos no estarán allí.
No pondrán la tarjeta azul en el teléfono gris, y no avisarán que llegarán. Y tampoco que no.
No mentirán que todo está bien, que no les hace falta nada, que tienen plata, gracias mamá. El Shabat, por costumbre, les dejarán las llaves del auto. Pero ellos no estarán allí.
Ellos no terminarán el servicio militar. Por siempre vestirán sus rectangulares uniformes de piedra. Serán para siempre Cabo Primero Asaf, Cabo Primero Nir, Teniente Eial, Sargento Tzaji, Cabo Golán, Capitán Rahal, Sargento Avi. Su grupo llegará a la base general, devolverá el equipo de soldado, recibirá un diploma y un golpe suave en el hombro. Y ellos no estarán allí. No estudiarán. No en la facultad de la vida, no en la Ieshivá, no en la universidad.
“Cien años de soledad” quedará por siempre abierto en la página 120. Beitar Ierushalaim por siempre será campeón nacional. El nuevo disco de Poliker no saldrá hasta el final de las generaciones.
Tantas cosas que todavía tienen por saber, más que nada sobre ellos mismos, pero ellos no estarán allí. Cuando ellos mueren, nosotros siempre escribimos sobre quiénes fueron.
Pero el verdadero dolor, es por lo que ya no serán.
Por Yair Lapid, periodista israelí
Texto publicado en un diario en el momento en que Israel estaba en guerra en el sur del Líbano
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